Estambul es una inmensa ciudad que asciende por las colinas a uno y otro lado del Bósforo y a uno y otro lado del Cuerno de Oro, de cuya dimensión adquieres cierta idea sólo cuando la contemplas desde las alturas.
Sus calles están llenas de vida, cientos de personas y también, casi cientos de vendedores ambulantes; negocios de todo tipo (vimos a alguien ganarse la vida con una báscula de baño en el que por unas monedas, pesaba a los transeúntes); restaurantes y cafés y confiterías (inolvidables las delicias turcas, por no mencionar los pistachos o los dulces albaricoques secos); tiendas de lujo y humildes colmados se ubican por todos los rincones y… todo ello aún sin pisar sus grandes bazares.
Desde el hotel hasta Sultanahmet, resultaba un agradable e interesante paseo, por eso a veces caminábamos, y a veces, fundamentalmente al regresos, tomábamos el tranvía. Uno de los caminos discurría por la Beyazit Meydani,
donde se ubica la Universidad (para entrar las estudiantes que lo llevaran tenían que despojarse del pañuelo, pues están prohibidos en las aulas), un edificio del siglo XIX con una monumental portada, quizá algo pretenciosa para mi gusto, y la mezquita de Bayaceto, la Beyazit Cami de 1506
primera de las imperiales, que constituía un complejo en donde además existía una madraza, un hospital y otras dependencias. Su cúpula central rodeada por otras menores, sigue el modelo, como casi todas, de Santa Sofía.
donde se ubica la Universidad (para entrar las estudiantes que lo llevaran tenían que despojarse del pañuelo, pues están prohibidos en las aulas), un edificio del siglo XIX con una monumental portada, quizá algo pretenciosa para mi gusto, y la mezquita de Bayaceto, la Beyazit Cami de 1506
primera de las imperiales, que constituía un complejo en donde además existía una madraza, un hospital y otras dependencias. Su cúpula central rodeada por otras menores, sigue el modelo, como casi todas, de Santa Sofía.
El barrio de Sultanahmet, es uno de los lugares más singulares de Europa por su ubicación y por el patrimonio histórico y cultural que atesora entre sus calles y plazas. Toma su nombre del sultán Ahmet I que fue el promotor de la construcción de la mezquita Azul.
Junto a la plaza del mismo nombre, la Sultanahmet Meydani,
se encuentra lo que queda del famoso Hipódromo de Septimio Severo, un jardín alargado conocido como At Meydani, circundado por una calle que tiene casi el mismo trazado que la línea de la pista por la que corrían los carros, cuyos fanáticos seguidores, divididos en facciones protagonizaron terribles enfrentamientos no exentos de motivaciones políticas. El más importante fue la llamada Revuelta de Nika en el 532 que costó la vida a treinta mil personas y colocó a Justiniano
como indiscutido e indiscutible dueño del Imperio, hecho al que en gran medida contribuyeron, el general Belisario con su ejército y la emperatriz Teodora
con su coraje, que al parecer en aquellos momentos superó al de su marido.
como indiscutido e indiscutible dueño del Imperio, hecho al que en gran medida contribuyeron, el general Belisario con su ejército y la emperatriz Teodora
con su coraje, que al parecer en aquellos momentos superó al de su marido.
La antigua spina ha desaparecido y en su lugar se alinean: la Columna de Bronce también llamada de Constantino de fecha desconocida y muy deteriorada; la Columna Serpentina que se trasladó a este lugar procedente de Delfos en el 479 a.C. y que se compone de tres serpientes de bronce enroscadas entre sí, cuyas cabezas se han perdido a excepción de una que se conserva en el Museo Arqueológico;
el Obelisco Egipcio del 1500 a.C. que llegó a Constantinopla procedente de Luxor y que se asienta en una base del siglo IV en la que aparecen tallados Teodosio I y su familia presenciando el espectáculo en la cara principal y otras escenas en las tres restantes, todos ellos bajorrelieves que tienen el estilo esquemático y algo naif de las esculturas del Bajo Imperio.
En el lugar donde está la Oficina de Turismo, se elevaba otra columna coronada por cuatro magníficos caballos de bronce que hoy están en San Marcos de Venecia, como resultado del paso de los cruzados por la ciudad en el siglo XIII. El último de los monumentos que se despliega en el Hipódromo, es una fuente monumental que conmemora la visita del káiser Guillermo II a Estambul en 1898.
Los otomanos recurrieron a los alemanes en el siglo XIX para emprender el
proceso de modernización que tanto necesitaban.
Y llegaba el momento de entrar en Haghia
Sophia y no tengo palabras para expresar la emoción que su contemplación me
produjo. Es uno de los grandes logros artísticos y técnicos de la humanidad que
se levantó como un templo dedicado a la Santa
Sabiduría de Dios. Sus autores fueron el matemático Artemio de Tralles, y su sobrino el arquitecto Isidoro de Mileto. Recibieron la orden de Justiniano el Grande de
levantar la basílica sobre el solar de otras iglesias anteriores. Los trabajos
se realizaron entre los años 532 y 537 y esta circunstancia, cuando se analiza, no hace más que aumentar la admiración por el magno edificio.
la ingente cantidad de trabajadores y artistas; las discusiones de los autores respecto a la construcción…
La obra fue inaugurada con toda la pompa que cabe imaginar por Justiniano y Eustaquio, Patriarca de Constantinopla en presencia de la corte y el pueblo. Desde ese momento fue el lugar donde se llevaron a cabo todas las grandes ceremonias imperiales. Poco tiempo después de su inauguración, los terremotos del 553 y del 557 la dañaron seriamente, sobre todo la cúpula, por lo que Isidoro el Joven, sobrino del de Mileto, recibió del emperador el encargo de su restauración, lo que hizo empleando materiales más ligeros, cambiando algunos elementos estructurales para reforzarla y elevándola hasta los más de 55 metros de la actualidad.
La conquista otomana transformó la basílica ortodoxa en mezquita, la Ayasofya Cami, según la orden que diera el conquistador Mehmet II, comenzando entonces un proceso por el que se fueron tapando los mosaicos figurativos del siglo IX que cubrían sus muros y se le fueron agregando alminares, tumbas y fuentes hasta adquirir su fisonomía actual.
No puedo dejar de consignar que, para su reforzamiento, en el edificio también intervino en el siglo XVI, Mimar Sinan, el más grande de los arquitectos otomanos que dejo su extraordinaria obra en Estambul y en otras ciudades del Imperio. Volveremos a él.
Y para completar esta breve reseña histórica, durante el mandato de Atatürk,
la mezquita se cerró en 1931 y fue abierta cuatro años después como museo y así continúa en la actualidad.
A medida que nos acercábamos a Santa Sofía percibía la simbiosis histórica
y cultural que ha dado su peculiaridad a la ciudad.
Tenía que imaginar la austeridad del edificio tal como fue concebido por sus autores: gruesos muros rosados y descoloridos por el tiempo, sujetos por contrafuertes en los lados largos del rectángulo (pues rectangular, como todas las basílicas paleocristianas es la planta), que le dan su aspecto macizo al tiempo que ayudan a soportar el empuje de la gran cúpula, a lo que contribuyen también las dos semicúpulas y la cascada de ábsides escalonados situados en los lados menores… Y todo este primitivo edificio rodeado por las tumbas reales otomanas, rematadas así mismo por cúpulas, y por los cuatro alminares situados en las esquinas.
Tenía que imaginar la austeridad del edificio tal como fue concebido por sus autores: gruesos muros rosados y descoloridos por el tiempo, sujetos por contrafuertes en los lados largos del rectángulo (pues rectangular, como todas las basílicas paleocristianas es la planta), que le dan su aspecto macizo al tiempo que ayudan a soportar el empuje de la gran cúpula, a lo que contribuyen también las dos semicúpulas y la cascada de ábsides escalonados situados en los lados menores… Y todo este primitivo edificio rodeado por las tumbas reales otomanas, rematadas así mismo por cúpulas, y por los cuatro alminares situados en las esquinas.
Una vez franqueados el atrio y el nártex, donde contemplas el primer mosaico de un Cristo entronizado ante el que se postra un emperador, fechado entre los siglos IX y X
accedí impaciente a la basílica propiamente dicha. Tengo que decir que a pesar del enorme y horrible andamio que aún estaba montado cuando la visitamos y que ha permanecido años, la sensación de grandiosidad casi celestial me dejó sin palabras. ¡Qué bien supieron sus autores hacer materia la idea del poder y la gloria de Dios! Porque, la masa del exterior se transforma gracias a la luz que inunda el interior y que penetra por todos los vanos que se distribuyen en la totalidad de los muros de las dos alturas del edificio y en la cúpula.
En la nave, (en la que los elementos más significativos en la actualidad datan de la época otomana),
Mihrab instalado en el ábside |
Y siempre contemplando sobrecogida la cúpula (con las cuarenta ventanas por las que entra la luz dando la sensación que flota sobre la nave) y admirando las soluciones estructurales que la mantienen en pie: en los lados más largos del rectángulo dos gruesos muros entre fuertes pilares (se prolongan en el exterior por los contrafuertes) se encuentran rematados por dos arcos cegados en los que la luz sigue inundando el interior a través de sus innumerables vanos;
en los lados cortos, los empujes de la cúpula depositados en dos semicúpulas, (una a los pies y otra en la cabecera, constituyendo ésta el ábside cubierto por un inmenso mosaico de la Virgen con el Niño en su regazo)
que a su vez trasladan los empujes a una serie de pequeños ábsides escalonados que los llevan al suelo, en los que a su vez se abren innumerables ventanas que dejan pasar la luz que de esta forma se convierte en un elemento arquitectónico más. Cuando toda la basílica se encontraba cubierta de mosaicos, los destellos que debían producirse harían sentirse a los fieles en presencia de Dios.
No puedo dejar de mencionar de nuevo la
riqueza de los materiales constructivos, su policromía y su disposición para
separar los espacios y para elevar sobre el suelo dos amplísimas galerías
apoyadas en preciosas columnas que rematan unos capiteles de dos cuerpos delicadamente labrados, que
habrían de copiarse en el futuro y que, lógicamente, se conocen como capiteles
bizantinos.
El dinamismo, la elegancia y la armonía en las proporciones no tienen parangón ¡y teníamos la suerte de contemplarlos con pocas personas alrededor, aunque eso sí, con el andamio…en fin.
El dinamismo, la elegancia y la armonía en las proporciones no tienen parangón ¡y teníamos la suerte de contemplarlos con pocas personas alrededor, aunque eso sí, con el andamio…en fin.
Quedan pocos mosaicos pues los originales sufrieron las consecuencias del periodo iconoclasta que duró más de un siglo (726-843) y durante el cual se prohibió la representación de las imágenes sagrada para no caer en la idolatría. Por esa razón la mayoría de los que encontraron los otomanos tras la conquista, eran posteriores al siglo IX, y como no podía ser de otro modo, cuando se convirtió en mezquita fueron destruidos o, con mejor suerte cubiertos. Hoy quedan algunas espléndidas muestras de los mismos en distintos espacios: además del ya citado del nártex, el del llamado Vestíbulo de los Guerreros
en la fachada meridional, que representa a la Virgen entre Constantino y Justiniano postrados ante ella:
y también en la galería meridional el de la Deesis, muy deteriorado pero con una de las más hermosas representaciones de Cristo Pantocrátor entre la Virgen y San Juan.
En el último tramo de la galería septentrional se hallan dos mosaicos. En el primero aparece la Virgen con el Niño en su regazo, representación llamada Theotokos (trono de Cristo), flanqueada por el emperador Juan II Comneno y la emperatriz Irene, imbuidos de hierática majestad y ricamente engalanados,
y junto a éste,
otro de las mismas características en el que aparece Cristo entre Constantino IX y la emperatriz Zoé, vestidos con la misma opulencia que los anteriores.
Las pechinas contienen con mosaicos que representan serafines de seis alas y de los cuatro grandes pilares cuelgan tondos negros con motivos caligráficos dorados.
Decir que salí feliz de
Santa Sofía es decir poco. Y aún quedaban muchos tesoros por descubrir en Sultanahmet Meydani.
Imagen tomada de Internet. |
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