Estambul VIII. San Salvador en Chora y un paseo por Üsküdar.
Durante el
pasado mes de julio he viajado por el norte de Italia, para completar (si eso
fuera posible) el recorrido que iniciamos en la primavera de 2014 y que
constituye las primeras entradas de este blog. Por esta razón, sólo a medias he
podido seguir las alarmantes noticias de los acontecimientos que se venían
produciendo en Turquía. No hace falta que exprese la profunda tristeza que la
situación que vive el país me produce y el enorme deseo de que una vez más,
puestos sus habitantes en una situación límite, sean capaces de salir adelante
superando las dificultades y las contradicciones a las que parecen verse
abocado con una desoladora periodicidad.
San Salvador en Chora, (o de los campos, por la ubicación
extramuros de la primitiva iglesia), la Kariye
Camii de los otomanos,
se encuentra en una extenso y populoso espacio urbano que aglutina en la orilla izquierda del Cuerno de Oro los barrios de Fatih, Fener y Balat, en los que durante siglos vivieron, junto a los musulmanes, cristianos ortodoxos y judíos. En la actualidad la impresión del visitante es la de entrar en una zona urbana superpoblada y deprimida, cuyos monumentos no llegamos a disfrutar, ya que hasta San Salvador fuimos y volvimos en taxi. A estas excesivas precauciones nos llevaron las indicaciones de los empleados del hotel y el resultado fue que no visitamos ni la sinagoga más antigua de Estambul, la de Ahrida, ni las iglesias ortodoxas del Patriarcado, de Pammakaristos, de Santa María de los Mongoles, y la peculiar (está construida con hierro) y “moderna” (data del siglo XIX) San Esteban de los Búlgaros. La próxima vez prometo no ser tan precavida.
se encuentra en una extenso y populoso espacio urbano que aglutina en la orilla izquierda del Cuerno de Oro los barrios de Fatih, Fener y Balat, en los que durante siglos vivieron, junto a los musulmanes, cristianos ortodoxos y judíos. En la actualidad la impresión del visitante es la de entrar en una zona urbana superpoblada y deprimida, cuyos monumentos no llegamos a disfrutar, ya que hasta San Salvador fuimos y volvimos en taxi. A estas excesivas precauciones nos llevaron las indicaciones de los empleados del hotel y el resultado fue que no visitamos ni la sinagoga más antigua de Estambul, la de Ahrida, ni las iglesias ortodoxas del Patriarcado, de Pammakaristos, de Santa María de los Mongoles, y la peculiar (está construida con hierro) y “moderna” (data del siglo XIX) San Esteban de los Búlgaros. La próxima vez prometo no ser tan precavida.
El edificio
actual de San Salvador, un precioso
ejemplo de templo bizantino, data de finales del siglo XI, aunque fue modificado
en el XII y sobre todo en el XIV, cuando Teodoro
Metoquites, intelectual y humanista, gran canciller del emperador Andrónico II Paleólogo, emprendió un
programa de reformas con las que se propuso expresar, según sus propias
palabras que “el Señor se hizo mortal por
nuestro bien”.
Para materializar
esta idea diseñó un programa iconográfico en el que mosaicos y pinturas pusieran en evidencia este principio y, aunque
cincuenta años después de la conquista otomana, San Salvador fuera transformada en mezquita y se cubrieran con yeso
y pinturas las maravillosas imágenes, éstas afortunadamente no llegaron a
desaparecer. A mediados del siglo XIX se puso en marcha un programa
internacional para su recuperación.
La primera
impresión que produce el edificio viene determinada por su complejidad
arquitectónica y por el impacto de las representaciones sagradas.
Se accede a través de un nártex exterior decorado por mosaicos que representan la Infancia de Cristo y que da paso a otro interior en cuyas cúpulas se despliegan las imágenes de la Genealogía de Cristo, siendo absolutamente espectacular el de la cúpula meridional que corona un Cristo rodeado por una doble fila de personajes.
La cúpula septentrional está ocupada por la Virgen sosteniendo al Niño y rodeada, entre otras figuras, por las de los reyes de Israel.
En las paredes se presentan acontecimientos cotidianos de su vida, lo que dota a las escenas de una tierna ingenuidad.
También decoran los nártex los
hechos relacionadas con el Ministerio de Cristo
y un interesante retrato de Teodoro
Metochites que en reverente actitud le ofrece el templo restaurado.
La nave está flanqueada por una parekklesion (capilla aislada) a la derecha y un corredor de dos niveles a la izquierda. Entre los mosaicos que decoran sus muros sobresale el de La dormición de la Virgen, el mejor conservado
y no faltan desde luego las representaciones de brillante colorido, de santos y apóstoles.
Se accede a través de un nártex exterior decorado por mosaicos que representan la Infancia de Cristo y que da paso a otro interior en cuyas cúpulas se despliegan las imágenes de la Genealogía de Cristo, siendo absolutamente espectacular el de la cúpula meridional que corona un Cristo rodeado por una doble fila de personajes.
La cúpula septentrional está ocupada por la Virgen sosteniendo al Niño y rodeada, entre otras figuras, por las de los reyes de Israel.
En las paredes se presentan acontecimientos cotidianos de su vida, lo que dota a las escenas de una tierna ingenuidad.
Esponsales de la Virgen |
Bodas de Caná |
La nave está flanqueada por una parekklesion (capilla aislada) a la derecha y un corredor de dos niveles a la izquierda. Entre los mosaicos que decoran sus muros sobresale el de La dormición de la Virgen, el mejor conservado
y no faltan desde luego las representaciones de brillante colorido, de santos y apóstoles.
Sin dejar de subrayar la belleza de los mosaicos de San Salvador, quizás los más bellos y logrados del arte bizantino, debo decir que lo que constituyó una verdadera revelación para mí fueron los frescos que decoran las paredes de la parekklesion y que debieron ejecutarse hacia 1320, es decir, cuando en Italia triunfaba una nueva forma de pintar que daría paso al Renacimiento y cuyo mejor representante sería el Giotto.
De este estilo lleno de vitalidad y de realismo participan también estas pinturas cuyo autor desconocido pudiera ser también el artífice de la decoración musivaria del templo. Los frescos (cuyos temas son los propios de un lugar de enterramiento, pues ese era el fin de esta capilla lateral), precisamente por su similitud con la pintura italiana de aquel tiempo, se encuentran muy alejados de los convencionalismo del estilo bizantino y la rigidez que le es tan característica, por eso están dotados de un atractivo dinamismo. La Anastasis (Resurrección en griego)
representada en la bóveda del ábside, ha sido considerada como la manifestación más importante del arte bizantino. No están muy lejos de esta consideración el Juicio Final, de la bóveda superior.
La excelsa figura de Cristo en ambas obras se eleva para hacer patente un poder que vence a la muerte y que concede la vida eterna.
Cuando
abandonas el lugar, no tienes más remedio que respirar hondo al mismo tiempo
que agradeces a todos los artistas, pasados y presentes, conocidos y anónimos,
su capacidad para suscitar emociones estéticas como las que experimentas en este lugar.
Y… a pasar la tarde en Asia. Así de fácil. Tomamos el barco en Eminonü junto a los apresurados estambulitas que hacían el trayecto enfrascados en sus actividades cotidianas y atravesamos el Bósforo.
Era emocionante pisar, aunque fuera apenas y por poco tiempo, el enorme continente que comienza en el Üsküdar Eskelesi, el embarcadero de este barrio de Estambul que fue la antigua Crisópolis, la Ciudad de Oro, cuya fundación se produjo al mismo tiempo que la de Bizancio. En la Edad Media fue conocida como Scutari y el hecho de no contar con las impresionantes murallas que defendían a su vecina europea fue decisivo para que diversos invasores a lo largo del tiempo (los últimos y definitivos los turcos en el siglo XIV), la conquistaran y ocuparan.
Cercano al embarcadero
se encuentra la Hakimiyeti Milliye Meydani,
lugar que marcaba el final de la ruta de las caravanas procedentes del
interior de Anatolia y que también
servía como punto de reunión de los peregrinos que cada año iniciaban su viaje
a La Meca.
En nuestro
tranquilo paseo contemplamos las siluetas de las hermosas mezquitas, dos de las
cuales (la Semsi Pasa Camii y
la de Iskele) son obras del
gran Sinán.
No nos alejamos de las orillas del Bósforo,
divisando la costa europea y el
islote en medio del estrecho donde se alza la Torre de Leandro, la Kiz Kulesi, Torre de la Doncella en
turco,
como recuerdo de la princesa confinada en ella para evitar que se
cumpliera la profecía que auguraba que una serpiente le causaría la muerte y que, a
pesar de todo, no pudo escapar a su trágico destino. La Torre de Leandro (nombre europeo que hace referencia a la
desgraciada historia de Leandro que cruzaba
todas las noches el estrecho para encontrarse con su amada Hero)
parece desafiar el envite de las aguas que los pequeños
y grandes barcos levantan a su alrededor.
El primer edificio que se construyó en el islote fue una fortaleza bizantina (siglo XII) que se utilizó para reforzar uno de los extremos de la enorme cadena que impedía la entrada al Bósforo de barcos enemigos. A lo largo del tiempo ha tenido diversos usos, ha sido desde faro a lazareto, desde puesto de aduanas a casa de retiro para oficiales. El edificio que contemplamos hoy data del siglo XVIII y constituye en la actualidad un cuartel de inspección de la marina turca. No se puede negar que el punto de inspección se encuentra estratégicamente situado, pero tampoco que ha despojado de su halo romántico, esa minúscula porción de tierra que se levanta indómita en medio de las aguas.
No nos alejamos de las orillas del Bósforo,
Hero finding Leander. Ferdinand Keller (1842-1922) |
El primer edificio que se construyó en el islote fue una fortaleza bizantina (siglo XII) que se utilizó para reforzar uno de los extremos de la enorme cadena que impedía la entrada al Bósforo de barcos enemigos. A lo largo del tiempo ha tenido diversos usos, ha sido desde faro a lazareto, desde puesto de aduanas a casa de retiro para oficiales. El edificio que contemplamos hoy data del siglo XVIII y constituye en la actualidad un cuartel de inspección de la marina turca. No se puede negar que el punto de inspección se encuentra estratégicamente situado, pero tampoco que ha despojado de su halo romántico, esa minúscula porción de tierra que se levanta indómita en medio de las aguas.
Esperábamos contemplar una preciosa puesta de
sol. No fue posible, estaba nublado. Tomamos el transbordador hasta Eminonü, donde, y gracias a una magnífica
cena a base de pescado recién salido del mar cerca del Puente Gálata
y a la contemplación de los miles de matices que las últimas luces del día sacaban a esta ciudad de ensueño, me consolé un poco por todo lo que había quedado en la zona asiática y que no habíamos podido visitar.
y a la contemplación de los miles de matices que las últimas luces del día sacaban a esta ciudad de ensueño, me consolé un poco por todo lo que había quedado en la zona asiática y que no habíamos podido visitar.
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