jueves, 30 de julio de 2015

Ferrara y Módena.

 6  Ferrara y Módena. Emilia-Romaña: Las ciudades de la familia d´Este.

 Los Este fueron una de las grandes familias que gobernaron en Italia dividida, hasta 1860, en una multitud de estados y señoríos independientes. Sus orígenes se remontan al siglo IX, pero fue en el XIII cuando afianzaron su dominio en un territorio que tenía en Ferrara su núcleo de poder. Como consecuencia de este hecho, la ciudad se convirtió en uno de los centros artísticos y culturales más importantes de la península italiana, lo que equivale a decir de Europa, ya que los distintos miembros de la dinastía, al mismo tiempo que podían hacerse partícipes de todas las crueldades que la “razón de estado” podía justificar, poseían un gusto por el arte y la cultura que les impulsaron a convertirse en grandes mecenas. Cuando los Este tuvieron que abandonar Ferrara en 1598, como consecuencia de su enfrentamiento con la Iglesia, la capital del ducado pasó a Módena, en donde se estableció la corte, con todas las obras de arte que pudieron trasladarse, y donde se construyó, a partir de 1634, uno de los más impresionantes palacios de Italia. El poder de esta  familia, que representó como pocas la grandeza y las perfidias del Renacimiento italiano, y su capacidad para comprender y proteger el mundo artístico e intelectual, se prolongaría hasta la segunda mitad del siglo XIX.                       
 En la actualidad Ferrara y Módena son dos ciudades llenas de encanto. El ambiente festivo (coincidió nuestra visita con un fin de semana), de calles, plazas, mercados al aire libre, junto a los hermosos palacios, las convierten en lugares llenos de interés. Ferrara es la ciudad de las bicicletas, gentes de todas las edades y condiciones la utilizan con tal profusión que dudamos que cualquier otra ciudad de Europa supere su uso. No es necesario añadir que Módena, además de por su afamado vinagre, es conocida por ser la ciudad de Ferrari y de Maserati. El sempiterno gusto italiano por la belleza... con motor incorporado.

Ambas poseen hermosas catedrales. La de Ferrara, dedicada a San Giorgio patrón de la ciudad, fue construida entre los siglos XII y XIV y tiene una maravillosa fachada del XIII. Diseñada por Giuglielmo, que está enterrado en ella, presenta elegantes galerías de arcos apuntados, 


Catedral de Ferrara
y se articulada en tres cuerpos en los que se abren las correspondientes portadas. La central con dosel sostenido por dos columnas apoyadas en leones de mármol rojo, está rematada por un frontón y en él se despliegan las escenas del Juicio Final que labrara el maestro Nicholau. Presidiendo el conjunto la figura de la Virgen con el Niño (autor anónimo) y sobre el arco de medio punto un relieve de San Jorge debido al artista.




 En el exterior se aprecia el tamaño más que considerable del templo. El lado sur, situado en la gran Piazza de Trento y Trieste, también está decorada con una doble galería de arcos sostenidos por columnas talladas. en cuyos bajos se adosan pequeñas tiendas,


 
 Cercano a la cabecera se ubica el campanile renacentista de Alberti,




impresionante por su elegancia y por la armonía de sus mármoles de suaves colores. Una hornacina es el lugar en el que se encuentra el busto del mecenas de la obra: el cardenal Crescentius, cuyo nombre, por razones familiares, resulta siempre evocador para mí.
 El entusiasmo con el que contemplé el exterior de la catedral, se esfumó de golpe cuando vi el interior, reconstruido en 1712 tras el terremoto que asoló la ciudad a finales del siglo XVI.


 Tengo que confesar que es el barroco dieciochesco el estilo arquitectónico que menos me gusta. Lo encuentro un tanto ostentoso y carente de naturalidad y sencillez (es obvio que esta última característica, la ausencia de sencillez, es inherente al estilo, pero a partir de finales del XVII, a mi parecer se exageró hasta la exasperación).  Pero volviendo al Duomo, apenas quedan restos de sus arcos ojivales y sus bóvedas de crucería. Ahora me arrepiento un poco de no haber prestado algo más de atención a las numerosas y meritorias obras que contiene,


pero... esperaba un interior medieval y actué por impulso. La única solución una nueva visita. No estaría nada mal. 
No me ocurrió lo mismo con el Duomo de Módena

Catedral de Módena
 Es hermoso por dentro y por fuera, como corresponde a esta ciudad, una pequeña joya, en la cual sólo desentona, y eso por lo desmesurado de su tamaño, el Palazzo Ducale,


Palazzo Ducale. Módena 

obra del siglo XVII, de Gaspare Vigarini, aunque parece que en su diseño intervinieron con posterioridad Cortona, Bernini y Borromini. Desde luego es un espléndido edificio (cuyo barroco clásico, más elegante y comedido no tengo por menos que admirar) que materializa el enorme poder y riqueza de los D´Este. Hoy es sede de la Academia Militar y su visita está restringida.
 En nada pudo extrañarnos las dimensiones del Palazzo Ducale, construido sobre un antiguo castillo medieval que fue la primitiva residencia en la ciudad de la familia derrotada y exiliada a fines del XVI, porque ya habíamos conocido en Ferrara el Castello Estenze,

Castello Estenze. Ferrara.

fortaleza de ladrillo rojo que comenzó a construirse en 1385.  De planta cuadrada, las cuatro torres,
   
y el  foso que la rodea, le dan un aspecto verdaderamente imponente.


 Su construcción, que iniciara Girolamo da Capri, se prolongó hasta el siglo XVI (todos los duques que lo habitaron dejaron en él su legado), por eso en el interior hay espacios bellamente decorados, que sirvieron de marco a una corte donde encontraban acogida intelectuales y artistas;


espacios exteriores ajardinados para pasear conversando sobre elevados temas




 y al mismo tiempo infames mazmorras en las que fueron encarcelados y ejecutados aquellos que se opusieran, fueran o no de la familia, al poder de algunos de los crueles déspotas que, junto a refinados mecenas, residieron en el castillo a lo largo de los siglos. Lo apunté al principio. Una curiosa y contradictoria, y sobre todo poderosa y rica dinastía cuyo mecenazgo la convirtió en propietaria de una ingente cantidad de obras de arte, que trasladaron con ellos a Módena cuando tuvieron que abandonar el Castello que se convirtió en residencia de los legados pontificios, los nuevos gobernantes de Ferrara. 
 Esta colección se encuentra actualmente en el Palazzo dei Musei de Módena, edificado también bajo su patronazgo en 1753. Además de la Galería Estense, donde se exponen frescos, pintura italiana y europea, y la interesante serie de retratos familiares, también alberga el edificio la Biblioteca Estense, compuesta por una magnífica colección de libros antiguos, documentos diplomáticos y raros mapas. Aunque de entre sus fondos destaca por su belleza la Biblia Borso D´Este iluminada en el siglo XV por los más importantes artista de la escuela de Ferrara. Puede imaginarse mi frustración porque este lugar, que tantas obras atesora, no pudimos visitarlo. Así me quedé con ganas de contemplar, entre otros, el retrato de Lucrecia Borgia, muerta como duquesa de Ferrara (años después de su boda, la tercera, con Alfonso I d´Este) admirada y querida por sus súbditos, pese a las reservas, por no decir calumnias, con las que la leyenda y aún la historia, han teñido su vida, que al parecer casi nunca estuvo en sus manos controlar.            
 Módena no obstante nos ofreció otros tesoros, como la extraordinaria fachada, Renacimiento en estado puro, de la iglesia de San Pedro;


el “Compianto” (lamento ante el cuerpo de Cristo) grupo de terracotas del siglo XV obra de Guido Mazzoni

de la barroca, pero hermosa iglesia de San Giovanni, de planta centrada


,

y la extraordinaria animación de un mercado, dónde podían adquirirse los mejores productos de la gastronomía de la Unión Europea (incluida la paella como bandera de la española), situado en el 
entorno del magnífico Palazzo Comunale.




sede del gobierno de la ciudad constituido en el siglo XVIII tras la reestructuración de seis edificios de diferentes épocas. Ocupa los lados norte y este de la Piazza Grande y guarda en su interior la Scchia Rapita, cubo de madera que simboliza la victoria de Módena sobre Bolonia en 1325. Siempre resultan curiosas e interesantes estas historias que hablan de las viejas rivalidades de las muy cultas ciudades italianas (enfrentamientos, alianzas, traiciones), en las que, como no podría ser de otra manera, la vida continúa con sus pequeños y grandes acontecimientos, por eso me gustó especialmente la algarabía de los alegres invitados a una boda que se celebraba en tan singular e histórico ayuntamiento.   
 Cerca del Palazzo Comunale la preciosa catedral del siglo XII, una de las más bellas obras del románico europeo,


cuyos autores están perfectamente documentados: del edificio se encargó el maestro Lanfranco, que construyó una magnífica fachada de tres cuerpos en la que sobresale el gran rosetón central y el pórtico sobre la entrada principal, donde se concentra la mayor parte de las esculturas y  los relieves de Wiligelmo, el otro artífice de la catedral, cuya influencia sobre los autores que lo sucedieron, los llamados Maestros Campioneses, es evidente. 
 El interior, donde acababa de celebrarse misa, 

,

no me decepcionó como en Ferrara, bien al contrario, me entusiasmó por la austeridad de los bien aparejados muros y por la sencilla elegancia de los arcos;


por las bóvedas de cañón de las tres naves que conducen a un espectacular ábside de tres alturas





y sobre todo por el cuerpo central elevado y paralelo al crucero, decorado por Anselmo da Campione con escenas de la Pasión de Cristo, que también contiene el púlpito de gran tamaño y preciosos relieves debidos a Arriago da Campione.


 
 Hay otra obra maravillosa en este espacio tan lleno de ellas. Se trata de las escenas del Nacimiento de Cristo, grupo de terracotas del siglo XVI debidas a uno de los más insignes artistas locales, Antonio Bagarelli


La cripta, un íntimo espacio cuyas columnas se rematan con bellos capiteles,




guarda las reliquias del patrón de Módena, San Giminiano. 



y un bello grupo escultórico, La Madonna de la Papa de Guido Mazzoni. 


 El elegante y esbelto campanile, la torre Ghirlandina,


está rematado por un hermoso chapitel. Fue concluido en el siglo XIV y tenía funciones religiosas y civiles, ya que era el lugar en el que se guardaban las cajas del municipio y también, desde sus 87 metros de altura, la guardia cívica vigilaba la apertura de las puertas.



 Fue divertido presenciar como se organizó después de la misa del domingo, una especie de concierto, por llamarlo de alguna manera, sin ninguna pretensión por parte de los participantes que sólo querían cantar juntos, bajo la más voluntariosa que acertada dirección de varios curiosos personajes de los que no pudimos determinar su condición o status dentro de la catedral.

 El balance de nuestra breve pero intensa visita a Módena no pudo ser más gratificante. Pero aún nos aguardaban un par de interesantes sorpresas en el camino de vuelta a la pequeña estación. Primero la iglesia de San Domenico, de impresionante barroco que se abre al exterior a través de una fastuosa portada que no fue precisamente lo que más me gustó. Por el contrario me pareció maravilloso el interior de planta centrada y la luz que todo lo inundaba.


 Por último un gran edificio,


antigua fábrica de tabacos, perfectamente restaurado y reconvertido en centro cultural.

   
  De Ferrara, que visitamos antes que Módena, quedarían muchas cosas que consignar dada la riqueza de su patrimonio. En primer lugar cabe decir que el trazado urbano, la llamada Adizzione Erculea, debido a Biaggio Rossetti y encargado por el duque Ercole I (el mismo que intentó envenenar y luego ejecutó a su sobrino por usurpador), la convirtió en el siglo XIV, en la primera ciudad moderna de Europa. Una maqueta expuesta en el Castello Estense muestra fielmente edificios, murallas y puertas. 


   Frente al Duomo, en la Piazza Comunale, se levanta el magnífico Palazzo del Comune, residencia de los Este en el siglo XIII y actual Ayuntamiento.


   La entrada principal, Volto del Cavallo, está constituida por un arco flanqueado por columnas donde se disponen las estatuas de Nicolò III a caballo y la de su hijo Borso sentado. Ambas son copias de las realizadas por Alberti.


 Al otro lado del arco se abre el Patio Ducal, llamado hoy Piazzeta Municipale, desde donde pueden verse las ventanas de las estancias de los Este y una hermosa escalera cercana a la capilla de la corte.
El conjunto es de una belleza indiscutible.
 Y con esta imagen finalizamos la visita. Quedaron otros palacios y museos por ver, pero... el tranquilo paseo por un hermoso y cuidado parque nos condujo a la estación con el convencimiento de haber visitado una preciosa ciudad.


martes, 21 de julio de 2015

Padua

 5 Padova, Veneto. El Giotto, otras pinturas al fresco y el Gatamelatta.

 El viaje entre Bolonia y Padua transcurre por la llanura veneto-padana, por los cauces de los ríos Adigio y Po de Bolano. Habituados como llevábamos varios días al paisaje sin alturas, quedé sorprendida cuando de forma abrupta aparecieron las Colinas Eugeneas, antiguos volcanes ahora cubiertos de vegetación que desde tiempos romanos han constituido, por sus manantiales de agua caliente, una zona balnearia que continua en la actualidad. Desde el tren sólo se divisan algunas de ellas, pero todo el conjunto alcanza una hermosa y extensa área de veinte kilómetros de longitud por diez de anchura.

  
  Y con esta novedad llegamos a nuestro destino. Padua es una bellísima ciudad unida a Venecia por el Canal del Brenta y por la tradición artística y cultural. Sede de una antigua universidad (1222) donde Galileo, entre otros grandes sabios, impartió sus saberes, los estudiantes siguen dando ambiente y color a sus calles y plazas flanqueadas de magníficos palacios y animadas por mercados de variopintas especialidades.
 El tránsito de la gran y ruidosa estación al Parque de la Arena, te va preparando mentalmente para las maravillosas experiencias estéticas que te aguardan. El hermoso puente que atraviesa el Canal de Brenta 



te sitúa en el propio parque, antiguo anfiteatro, que ocupa  sus orillas,


donde los fragantes magnolios


comparten espacio con el Museo Cívico Eremitani, que posee completas colecciones de pintura y escultura renacentista, de piezas arqueológicas romanas de gran interés, y de numismática. Visitamos este interesante museo después de la preciosa iglesia de los Eremitani, que constituyó para mí una maravillosa experiencia que no esperaba.


 Se trata de una joya gótica de finales del siglo XIII con hermosa portada en la que destaca, junto al ladrillo original, su atrio de mármol blanco abierto a través de cinco elegantes arcos de factura renacentista. En el interior de  nave única, pues era  lugar de predicación de los agustinos,


los muros, en los que las bandas de color que los integran crean una atmósfera muy especial, contienen un extraordinario conjunto de tumbas


y hermosos retablos del primer renacimiento.

.

 Pero, como en todos los lugares de Padua, destacan en él los frescos (es la ciudad de Italia que los posee en mayor cantidad). Desgraciadamente sólo quedan algunos del ciclo pintado en el presbiterio en la segunda mitad del siglo XIV por Guariento, el pintor de los ángeles, dedicado a San Felipe y San Agustín;

otros fragmentos aún más deteriorados de Giusto de Menabuoi activo en la ciudad en el siglo XIV  


y la pequeña parte que se ha podido restaurar de los que pintara Andrea Mantegna con su personal estilo, en la Capella Overati, que representaban los martirios de Santiago y de San Cristóbal.



 Este lugar tan especial no logró librarse de los desastres de la guerra y quedó seriamente dañado por los bombardeos de 1944.
 Y plácidamente, pero con un punto de impaciencia por mi parte, fue transcurriendo la espera y llegó la hora tan deseada desde hacía tanto tiempo... El Giotto estuvo en Padua entre 1303 y 1305 y en ese corto periodo de tiempo, pintó uno de los lugares más extraordinarios que pueda imaginarse: la Capilla de los Scrovegni.
 No hace falta señalar todo lo que sobre este artista se ha dicho, resumido en la idea de que puede considerarse el “inventor” de la pintura moderna. Quede eso para un análisis más técnico. Aquí sólo trato de reseñar el impacto visual y emocional que experimenté al entrar en este espacio de una sola nave rematada por un pequeño ábside poligonal, que decoró el artista por encargo de Enrico Scrovegni, que quería con esta capilla ofrecida a la Virgen, lograr la salvación eterna de su padre, el usurero al que Dante colocó en el Infierno. Es casi seguro que por la mano del pintor lo consiguiera.
 El azul domina el espacio. Cubre la bóveda que las estrellas comparten con los tondos donde se encuentran representados santos y apóstoles. En los muros se despliegan treinta y dos maravillosas y vívidas escenas que, llenas de elegancia, expresión y dramatismo describen las vidas de la Virgen y de Cristo (ese es el orden en las que aparecen). en una gama de suaves y delicados colores. En ellas los personajes comparten el espacio con detalladas arquitecturas del primer renacimiento (El Giotto era un hombre de su tiempo) o con bellos e ingenuos paisajes en los que los animales también tienen su protagonismo.
 Sobre el arco de la cabecera Dios Padre, flanqueado de ángeles y santos, ordena al arcángel San Gabriel la Anunciación de la Virgen, imagen que aparece en el nivel inferior dividida por el vano.  A los pies de la capilla el Juicio Final, estructurado tal como lo haría Miguel Ángel más de dos siglos después: Cristo en Majestad rodeado de ángeles y  santos a cuyos pies se despliegan, a la derecha el paraíso de los justos y a la izquierda el infierno de los condenados. En medio Enrico Scrovegni postrado ante la Virgen le hace entrega de la obra para lograr su intercesión.     
 Otra representación de la Virgen en la escultura de Nicola Pisano que ocupa el altar, completa el conjunto que representa como pocos la pura y simple belleza que solo el arte puede ofrecer.
(Nota. La visita está severamente organizada y por supuesto están prohibidas las fotografías. De todos modos, nunca me atrevería a reproducir aquí la obra del admirado artista. Remito a mis posibles lectores a buscar imágenes de mayor calidad de la que yo puedo ofrecer).  

 Por la transitada Via VIII Febraio nos dirigimos al centro histórico, hacia la Piazza delle Erbe,

Piazza delle Frutta
que comparte con la della Frutta, el Palazzo della Ragione construido en el siglo XIII como sede del gobierno y de los tribunales de justicia de la ciudad.

Palazzo de la Ragione desde la Piazza delle Erbe
  Su interior (que no visitamos) alberga el Salone, la sala en suspensión más grande del mundo, decorada por El Giotto con frescos que un incendió destruyó en el siglo XV. Al parecer son meritorios los realizados con posterioridad. No cabe duda de la magnificencia del edificio visto desde el exterior, con la doble arcada de su larga fachada, con la techumbre como si de una gran barco invertido se tratara y también con los puestos desplegados en sus alrededores, en las dos bulliciosas plazas que separa o une, según se mire. Es el arte y la vida cotidiana en una simbiosis que los italianos saben manejar mejor que nadie.

       
  La comida y un pequeño descanso en uno de los animados restaurantes ubicados bajo sus arcos, nos permitió recuperar las fuerzas y continuar con el itinerario previsto. La Piazza dei Signori alberga varios hermosos edificios como el Palazzo del Capitanio del siglo XVI  coronado por la Torre dell´Orologio que se abre a la plaza a través de un bello arco de triunfo obra de Giovanni Maria Falconetto.  

       
 A su lado la elegante Loggia della Gran Guardia, sede del Consejo de los Nobles en el siglo XVI y en la actualidad sala de conferencias.


 Y de allí al Duomo, pero... estaba cerrado. Sólo pudimos ver por fuera la obra en cuyo proyecto parece que participó el propio Miguel Ángel. Realizado entre los siglos XVI y XVIII, es hermosa la sencillez de su fachada de ladrillo inacabada.
 Y al lado el Baptisterio dedicado a San Juan Bautista y construido en el siglo XII. Durante el dominio de los Carraresi (siglo XIV) que organizaron una corte donde se protegieron las artes y las letras, le fue encargado a Giusto de Menabuoi (por la intervención de Fina Buzzacarine, esposa de Francesco de Carrara) la decoración interior para lo que pintó la serie de frescos más completa de Italia. Todos los muros, pechinas y cúpula del edificio se hallan cubiertos por escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, en un abigarrado y maravilloso horror vacui que tuvo en mí un efecto casi mareante. Desistí de tomar fotografías (compré postales que no quiero reproducir), pero aconsejo vivamente la búsqueda de imágenes por Internet. La visión de la cúpula donde en círculos concéntricos se despliega toda la corta celestial en torno a Cristo en Majestad, es espléndida.
 Quedaban muchas cosas y poco tiempo, así que decidimos ¡cómo no! visitar la basílica de San Antonio. Por el camino encontramos hermosas casas

  
y unas curiosas tumbas en la calle, que los estudiantes utilizaban como lugar de descanso y  



que los padovanos decidieron consagrar al mítico fundador de la ciudad, Antenor, héroe de Troya, cuando a finales del siglo XIII apareció un arca que contenía monedas y una espada, objetos que atribuyeron al personaje. Lovo de Lovati, el juez que "autentificó" el hallazgo, tiene su propio sarcófago, aunque menor, a su lado.  

 Y por fin la descomunal basílica dedicada al santo portugués, un hombre humilde que estaría anonadado ante el enorme edificio que, a mayor gloria de la Iglesia, han consagrado en su nombre.




 La obra data del siglo XIII y se construyó sobre el convento franciscano donde fue enterrado el santo. 


 El exterior aúna el románico y el gótico. la galería de arcos apuntados sobre las portadas es a mi parecer lo más armonioso del conjunto. Las ocho cúpulas y las torrecillas de estilo oriental le proporcionan un aire bizantino. A decir verdad me acerqué y entré con cierta prevención a la basílica (el marketing desplegado en los alrededores no contribuía a otra actitud por mi parte) y aunque guarda espléndidas pero mal iluminadas obras: las esculturas de Donatello del Altar Mayor, la Capilla gótica de los Gatamelatta, los frescos de las capillas de Santiago y de las Bendiciones, el altar de la Virgen Mora... de verdad las que me dejaron sin palabras fueron las del Tesoro y sobre todo la de la tumba de San Antonio. Es mejor así, no querría decir nada que pudiera resultar irreverente. No terminamos de visitar el enorme complejo. No nos quedaron ganas.      
 A la salida me sentí mejor gracias a la fuerza y el poder que Donatello supo dar al condotiero Gatamalatta, que  contempla complacido la impresión que su imponente presencia suscita a los que elevan su vista hasta él.