5.
Hameln. Baja
Sajonia.
En el
camino desde Colonia a Hamburgo pasamos por una ciudad de cuento, no sólo porque
en ella se sitúa una vieja leyenda que dio pie a los hermanos Grimm para
escribir uno de los más famosos del mundo, El flautista de Hamelín, también
porque si vas, como era mi caso, predispuesto a dejarte llevar por la magia que
todo viaje puede ofrecerte, no creo que encuentres mejor escenario para que
eches a volar la imaginación y sientas de nuevo, como cuando eras niño, que lo
imposible, por efecto de la fantasía, puede ser posible.
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Hameln
fue fundada hacia el siglo IX en las orillas del Weser, ancho, majestuoso, navegable
también como tantos ríos del centro de Europa (¡qué gran ventaja tiene un país
cuando posee y sabe sacar partido a sus ríos!) y donde acabaron las ratas
hechizadas por la dulce melodía que tocaba el misterioso flautista.
Navegando por sus aguas se trasladaron personas, mercancías, ideas… y además un estilo arquitectónico, el llamado renacimiento del Weser, que entre mediados del XVI y mediados del XVII, llenó las ciudades que se encuentran en su camino hasta su desembocadura en Bremenhaven, de una serie de hermosas construcciones (palacios, ayuntamientos, casas burguesas) que tienen como característica principal cubiertas muy elevadas de inspiración holandesa, pero sobre todo una rica decoración en sus fachadas de imponentes frontones, donde aparecen hileras de diamantes y volutas, máscaras y figuras, bandas decorativas donde lucen los escudos de armas, inscripciones y sobre todo tribunas con ricos motivos ornamentales. Un renacimiento italiano, con un toque muy germánico, fue lo que pensé contemplando las edificaciones del pequeño casco histórico de esta ciudad que constituyen bellos ejemplos de este estilo tan peculiar.
Partiendo de la Rattenfängerbrunnen, la Fuente del Flautista
(que en alemán no sería así
llamado, la palabra empleada para denominarlo es cazador) y siguiendo el “rastro de las ratas”, (miles
de ellas en el pavimento de las calles señalan el camino), se pueden admirar la, Rattenfängerhaus, la Casa del Flautista
del siglo XVII, residencia de un concejal de la ciudad y llamada así porque en ella hay una inscripción que hace referencia a los niños a los que también hechizó con su música cuando los avariciosos burgueses, ya libre la ciudad de ratas y ratones, se negaron a pagar lo acordado; la Stiftsherrenhaus, Casa Capitular del siglo XVI;
la Leisthaus, con su preciosista fachada hoy
convertida en museo;
la Hochzeistshaus, la Casa Nupcial, que construida en el XVII como lugar de reunión y de fiesta para la comunidad, es una de las más grandes y más hermosas representaciones del renacimiento del Weser;
A Hameln, es su ordenamiento urbano, sus calles y callejuelas, pero sobre todo sus casas, antiguas y modernas, de arenisca con entramados de madera, las que le confieren su encanto o… tal vez su capacidad de encantamiento.
De época medieval, Hameln conserva la catedral románica de San Bonifacio, austera en su estructura y decoración, en claro contraste con las coloridas y suntuosas casas;
dos torres en la zona norte de las desaparecidas murallas, la Haspelmathturm y la del Polvorín, la Pulverturm, que en la actualidad alberga un taller de vidrio soplado y la MarktkircheSankNikolai, la iglesia del mercado consagrada a San Nicolás cuya construcción data del siglo XII y que a diferencia de la catedral, cuya torre poligonal no alcanza la altura a la que nos acostumbramos en Alemania, posee un impresionante chapitel coronando su esbelta torre cuadrangular.
Navegando por sus aguas se trasladaron personas, mercancías, ideas… y además un estilo arquitectónico, el llamado renacimiento del Weser, que entre mediados del XVI y mediados del XVII, llenó las ciudades que se encuentran en su camino hasta su desembocadura en Bremenhaven, de una serie de hermosas construcciones (palacios, ayuntamientos, casas burguesas) que tienen como característica principal cubiertas muy elevadas de inspiración holandesa, pero sobre todo una rica decoración en sus fachadas de imponentes frontones, donde aparecen hileras de diamantes y volutas, máscaras y figuras, bandas decorativas donde lucen los escudos de armas, inscripciones y sobre todo tribunas con ricos motivos ornamentales. Un renacimiento italiano, con un toque muy germánico, fue lo que pensé contemplando las edificaciones del pequeño casco histórico de esta ciudad que constituyen bellos ejemplos de este estilo tan peculiar.
Imagen tomada de Internet |
del siglo XVII, residencia de un concejal de la ciudad y llamada así porque en ella hay una inscripción que hace referencia a los niños a los que también hechizó con su música cuando los avariciosos burgueses, ya libre la ciudad de ratas y ratones, se negaron a pagar lo acordado; la Stiftsherrenhaus, Casa Capitular del siglo XVI;
imagen tomada de Internet |
la Hochzeistshaus, la Casa Nupcial, que construida en el XVII como lugar de reunión y de fiesta para la comunidad, es una de las más grandes y más hermosas representaciones del renacimiento del Weser;
y para
terminar, y no porque no haya más casas
dignas de mención a lo largo de las calles, la Bürgerhus, Casa Burguesa, del
siglo XVI que destaca por el cromatismo de su fachada y la talla de la madera
de su entramado, por no hablar de que durante mucho tiempo fue una fábrica de
cerveza.
A Hameln, es su ordenamiento urbano, sus calles y callejuelas, pero sobre todo sus casas, antiguas y modernas, de arenisca con entramados de madera, las que le confieren su encanto o… tal vez su capacidad de encantamiento.
De época medieval, Hameln conserva la catedral románica de San Bonifacio, austera en su estructura y decoración, en claro contraste con las coloridas y suntuosas casas;
dos torres en la zona norte de las desaparecidas murallas, la Haspelmathturm y la del Polvorín, la Pulverturm, que en la actualidad alberga un taller de vidrio soplado y la MarktkircheSankNikolai, la iglesia del mercado consagrada a San Nicolás cuya construcción data del siglo XII y que a diferencia de la catedral, cuya torre poligonal no alcanza la altura a la que nos acostumbramos en Alemania, posee un impresionante chapitel coronando su esbelta torre cuadrangular.
Todo en
Hameln gira en torno al famoso cuento: museos, representaciones teatrales al
aire libre, turismo, comercio… La rata es el símbolo de la ciudad… y me gustó. Todo
tiene un encanto ordenado, remarcado, señalizado… y me gustó. Ahora que
reflexiono mientras escribo, me pregunto si sus habitantes no estarán algo
cansados del efecto que produce la leyenda sobre sus visitantes y para ellos
toda la fascinación que provoca no será más que una forma de sacar beneficio
del turismo. Me gustaría pensar que no, pero… quién sabe. No tuve tiempo de
comprobarlo en tan corta visita.
Nos
despedimos de este precioso lugar después de comer en un restaurante cuyas
amplias cristaleras permitían contemplar un hermoso parque cerca del Weser y un
cielo que fue cubriéndose de nubes que dejaron caer una intensa lluvia cuando proseguimos
el viaje hacia el norte.
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