Viaje
en Navidad.
Ha pasado algún
tiempo desde la publicación de la última entrada sobre Estambul. He tenido un
trabajo que me ha mantenido muy ocupada y que ha estado relacionado con la
figura de Miguel de Cervantes (1547-1616)
en el cuatrocientos aniversario de su muerte. A todos mis lectores (a los que
ciertamente agradezco que sigan este blog) que no estén demasiado
familiarizados con su figura y con su obra, les recomiendo encarecidamente que
se acerquen a ambas, pues, además de ser uno de los mejores escritores de todos
los tiempos, tuvo una extraordinaria y apasionante vida que merece la pena ser
conocida por todos los hablantes de lengua castellana y por todos los que la comprenden, como demuestra el hecho de leer
estas notas mías sin traducción automática.
Nunca
viajamos en Navidad. Demasiados niños, demasiada familia y amigos con los que
nos gusta compartir estos días, que, a pesar de todo lo que se dice por ahí, tienen
un encanto especial.
No
obstante un año hicimos una excepción. Decidimos pasar el Año Nuevo en Alsacia, en Huttenheim, el pequeño pueblo cercano a Estrasburgo donde vive una de mis primas francesas. Hay que tener
en cuenta que en España las Navidades (y las vacaciones) se prolongan hasta el
6 de enero con la llegada de los Reyes
Magos y me atrevo a decir que la víspera, con pequeñas y grandes cabalgatas
desfilando por todos los pueblos y ciudades, y el mismo día 6 con la felicidad
reflejada en la cara de nuestros niños, constituyen la más pura esencia de
estas fiestas en nuestro país.
La
decisión fue poco meditada, más bien un impulso que nos llevó a tomar un avión
desde Sevilla a las 13:00 horas del día 31 de diciembre de 2002.
Nuestro
destino era Basilea, o Friburgo, o Mulhouse,
pues a las tres ciudades, y a los tres países
(Suiza, Alemania y Francia), presta servicio este aeropuerto verdaderamente
internacional donde los haya. foto
Imagen tomada de Internet |
Volamos
en la compañía Swissair, que volaba
desde Sevilla (en lo que debieron ser sus últimas operaciones antes de su
desaparición), en dirección a Ginebra. El
avión era cómodo y agradable ¡y lo dice alguien como yo! Ya he puesto de
manifiesto en otras ocasiones mi fobia a
volar.
En
fin… El día era claro y soleado y disfrutamos de hermosas panorámicas sobre los
Pirineos
Imágenes tomadas de Internet |
Imagen tomada de Internet |
El
aeropuerto de Ginebra me
pareció el culmen del glamour.
Apenas había viajeros y lo peor fue que durante
las tres horas que tuvimos que esperar no pudimos disfrutar de la vista
(imposible de la compra por razones obvias) de los maravillosos artículos exhibidos
en las tiendas de las más prestigiosas e
inaccesibles marcas del mercado del lujo.
Imagen tomada de Internet |
Casi
de noche, no más de seis pasajeros embarcamos con destino a Basilea en uno de los aviones más pequeños que he visto. Al pasar el arco de
seguridad saltó la alarma. Una correcta y educada agente que hablaba un
perfecto castellano, se me acercó y yo me despojé de todo lo que pudiera
provocar el desagradable pitido. Aún así, éste persistía a mi paso. Me miró y
me dijo que podían ser los zapatos, que me descalzara. A mi comentario de que
en Sevilla había pasado sin problemas me contesto muy circunspecta: “Es que
esto es Suiza”. Efectivamente, era Suiza, como comprobamos más tarde en el
corto vuelo, que duró lo mismo que la estupenda chocolatina acompañada de una
esponjosa, suave y perfumada servilleta de papel, con las que nos obsequiaron.
Y este ha sido hasta el día de hoy mi única incursión el país helvético.
Recorrimos
la distancia entre Mulhouse e Huttenheim por una autopista casi vacía
rodeados de una oscuridad que me privó de la emoción que siempre me produce el
viaje por la Plaine d´Alsace.
En
casa de mi prima nos esperaban unos agradables amigos y una estupenda cena. A
las doce de la noche dimos la bienvenida al nuevo año sin uvas, con cohetes y
con un intensísimo frío bajo un cielo despejado que para mi disgusto no
auguraba nieve.
La
mañana del primer día del año 2003, la dedicamos a pasear por Estrasburgo. Tomamos un tranvía
De
la maravillosa catedral de piedra rosada de Notre-Dame, cuya visión
no deja nunca de asombrarme, del hermoso trazado urbano rodeado del río Ill y sus canales, de la Petite
France, de las torres vigías del Pont Couverts, del trayecto en barco
contemplando los diferentes edificios de las instituciones europeas, hablaré en
otras ocasiones, pues ese día el objetivo era el tranquilo recorrido de un
relajado día de fiesta. Y para entrar en calor, en casa nos esperaba un
contundente choucruette.
Con
ocasión de este viaje también visitamos Friburgo
de cuya estancia ya di cuenta en la entrada publicada el 7 de septiembre de
2015, una de las correspondientes a Alemania.
Bien
abrigados dedicamos el tiempo a pasear por
Huttenhei y Benfeld (hacia
demasiado frío para hacer fotos) ante la atónita mirada de sus habitantes, que
por la experiencia que tengo de este país, no son, sobre todo en los pueblos,
demasiado aficionados a los paseos sin más… ni siquiera en verano. Siempre he visto muy poca gente en las calles.
Una
de las mañanas amaneció azul, limpia y heladora, pero nos decidimos a una
pequeña excursión. Fuimos a Obernai
y llegamos hasta las inmediaciones de la iglesia neogótica de St-Pierre et St. Paul
Animados porque, aunque la mañana se nublaba, aún nos podíamos permitir algún osadía, subimos al Mont Ste-Odile, atravesando viñedos que en verano lucen todo su esplendor, pero que en esos momentos aparecían con la severa dignidad de ancianos enjutos en espera de la primavera para reverdecer.
Subir
los 736 metros del Mont Ste-Odile
en la cordillera de los Vosgos, supuso transitar por una carretera de montaña flanqueada
por altos abetos, y como el tiempo empeoraba por momento, tengo que decir que
la travesía no resultaba demasiado tranquilizadora. En la cumbre se encuentra el
monasterio.
Reconstruido en varias ocasiones, tiene su origen, según la tradición, en una fundación del siglo VII, debida a Odilia de Alsacia, hija de los duques merovingios y patrona de la región. La hermosa panorámica que ofrece el lugar, pues la vista alcanza toda la llanura alsaciana hasta la Selva Negra, se veía muy reducida por las condiciones meteorológicas. También el edificio estaba cerrado, pero, a pesar de todo, valió la pena el paseo. A los que vivimos en el sur del sur de Europa, nos resultan estas experiencias nuevas y vigorizantes, sobre todo si al volver a casa espera una buena calefacción y un thé et gâteau.
Imagen no tomada el día de esta subida. |
Reconstruido en varias ocasiones, tiene su origen, según la tradición, en una fundación del siglo VII, debida a Odilia de Alsacia, hija de los duques merovingios y patrona de la región. La hermosa panorámica que ofrece el lugar, pues la vista alcanza toda la llanura alsaciana hasta la Selva Negra, se veía muy reducida por las condiciones meteorológicas. También el edificio estaba cerrado, pero, a pesar de todo, valió la pena el paseo. A los que vivimos en el sur del sur de Europa, nos resultan estas experiencias nuevas y vigorizantes, sobre todo si al volver a casa espera una buena calefacción y un thé et gâteau.
Otra experiencia inolvidable fue el almuerzo en el precioso pueblecito de Osthouse, en un restaurante tradicional
decorado con un espectacular árbol de navidad. La comida espléndida y a la vuelta por fin la ansiada nieve. Poco a poco la llanura se fue cubriendo de blanco
y no resistí la tentación de salir a la calle para que los suaves copos me rodearan por un momento. La nieve es tan insólita en Sevilla… La última nevada que se recuerda tuvo lugar el 2 de febrero de 1954.
A
la mañana siguiente un largo paseo por el campo, aunque la nieve no era muy
abundante el paisaje se extendía blanco ante nosotros y el frío pareció
disminuir su intensidad.
Y
de este modo llegó el 6 de enero, momento de regresar a casa para compartir los
regalos con la familia en la tarde del día de Reyes. Antes de viajar al
aeropuerto de Basilea desayunamos el
tradicional galette de rois.
En España y para la merienda, nos aguardaba el roscón de reyes.
Fue una estupenda
experiencia.
En España y para la merienda, nos aguardaba el roscón de reyes.