Tercer viaje. Agosto de 1999.
Nueva visita a tierras alemanas aprovechando un viaje a Francia, a Huttenheim en Alsacia y a Rouhling en Lorena. En estos hermosos pueblos vive parte de mi familia, por lo que una vez allí, resultan muy fáciles y placenteras las excursiones al otro lado del Moselle y del Rhin. En esta ocasión, además de la alegría del reencuentro, el viaje tenía un motivo añadido: el eclipse total de sol que tuvo lugar ese año y que en esta zona fronteriza (nosotros lo seguimos desde Rouhling) tenía uno de los mejores puntos de observación. Adelanto aquí que fue una experiencia extraordinaria de la que espero escribir cuando le toque el turno a mis impresiones francesas.
Los lugares visitados esta vez fueron Saabücken, el Rhin (ineludible) y Baden-Baden.
Saarbrücken
Los lugares visitados esta vez fueron Saabücken, el Rhin (ineludible) y Baden-Baden.
Saarbrücken
La vuelta a esta ciudad capital del Sarre después de tantos años, me permitió apreciar mejor sus
particularidades y disfrutar de la visita aunque de manera diferente a como lo había hecho tiempo atrás.
Saarbücken en sus orígenes fue una fundación celta incorporada al Imperio Romano de lo cual dan fe los restos del santuario de Mitra del siglo III d.C. Los francos conquistaron el territorio y construyeron una primitiva fortaleza, Sarabrucca, de cuyo nombre deriva el actual. Varios documentos de la época de Otón III (siglo X) atestiguan su importancia estratégica y la riqueza de sus recursos mineros, por lo que fue disputada por el reino de Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico. Su status no varió con el paso de los siglos y así acabó convirtiéndose en moneda de cambio entre Francia y Alemania después de las dos guerras mundiales. La Paz de Versalles la puso en manos francesas, aunque los acontecimientos del periodo de entreguerras permitieron un plebiscito (1935) que ganaron por amplísima mayoría los partidarios de su incorporación a la Alemania nazi. Los bombardeos aliados la dejaron prácticamente asolada. Fue ocupada de nuevo por Francia tras la guerra, pero por segunda vez una amplia mayoría de sus habitantes votó en 1957 su incorporación a la República Federal Alemana. Estos vaivenes de la historia dan muestra de su enorme valor estratégico y el hecho que yo los consigne, en esta ocasión y en las venideras, dan muestra a su vez del enorme interés que siempre he tenido por la historia de Alemania.
Saarbücken en sus orígenes fue una fundación celta incorporada al Imperio Romano de lo cual dan fe los restos del santuario de Mitra del siglo III d.C. Los francos conquistaron el territorio y construyeron una primitiva fortaleza, Sarabrucca, de cuyo nombre deriva el actual. Varios documentos de la época de Otón III (siglo X) atestiguan su importancia estratégica y la riqueza de sus recursos mineros, por lo que fue disputada por el reino de Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico. Su status no varió con el paso de los siglos y así acabó convirtiéndose en moneda de cambio entre Francia y Alemania después de las dos guerras mundiales. La Paz de Versalles la puso en manos francesas, aunque los acontecimientos del periodo de entreguerras permitieron un plebiscito (1935) que ganaron por amplísima mayoría los partidarios de su incorporación a la Alemania nazi. Los bombardeos aliados la dejaron prácticamente asolada. Fue ocupada de nuevo por Francia tras la guerra, pero por segunda vez una amplia mayoría de sus habitantes votó en 1957 su incorporación a la República Federal Alemana. Estos vaivenes de la historia dan muestra de su enorme valor estratégico y el hecho que yo los consigne, en esta ocasión y en las venideras, dan muestra a su vez del enorme interés que siempre he tenido por la historia de Alemania.
La mayor parte de su patrimonio
data del siglo XVIII, del gobierno del duque Willhem Heinrich Von
Nassau-Saarbrücken, y son obras barrocas debidas al arquitecto Friederich
Joachim Stengel, que también remodeló la ciudad. Sobre el castillo medieval
construyó un hermoso palacio (Schloss)
de planta en U, rodeado de jardines, siguiendo el mismo modelo que después vería en muchas ciudades, sobre todo del sur de Alemania, capitales de sus antiguos estados independientes. El tamaño y riqueza constructiva
de estos palacios, constituían el medio por el que sus gobernantes rivalizaban
entre sí. La mayoría me han parecido hermosamente barrocos. En el de Saarbrücken, muy dañado durante la II Guerra, reconstruyeron el cuerpo central utilizando
hierro y cristal. El efecto es impactante.
El Alte Rathaus,
antiguo Ayuntamiento, con su hermosa torre central; la iglesia católica de San Johan y sobre todo la Ludwigskirche, templo protestante de austera fachada, planta de cruz griega e impoluta blancura en su interior, son los edificios más importantes. Las tumbas góticas y renacentista de la familia Von Nassau-Saarbrücken en San Arnual, no pudimos visitarlas.
antiguo Ayuntamiento, con su hermosa torre central; la iglesia católica de San Johan y sobre todo la Ludwigskirche, templo protestante de austera fachada, planta de cruz griega e impoluta blancura en su interior, son los edificios más importantes. Las tumbas góticas y renacentista de la familia Von Nassau-Saarbrücken en San Arnual, no pudimos visitarlas.
El río Saar (Sarre en francés),
las animadas calles comerciales (decoradas por aquellos días con figuras de
leones en las que podían apreciarse todas las combinaciones de colores
imaginables, algo que a todas luces les restaba fiereza a su aspecto); el conocer que fue en esta ciudad donde se creó en 1604 un Gymnasim que fue el primer centro de enseñanza secundaria de Europa y...
la
deliciosa, aunque dubitativa merienda
(la variedad y exquisitez de tartas y pasteles requieren en Alemania un concienzudo estudio
antes de decidir), constituyeron un buen final de excursión a esta ciudad que
ha sabido reconvertirse, después del cierre de las minas de carbón en 1960, en
uno de los centros de investigación científica más importante del país.
Y cuento para terminar una pequeña transgresión: hicimos el viaje en tren desde Grosbliederstroff, sin validar los
billetes, ante la consternación de mis primas. Alegamos entre bromas que si
venía un revisor, ellas permanecerían calladas y nosotros pondríamos caras de
turistas despistados. No hubo necesidad. No vino nadie.
2 El Rhin.
Por aquellas tierras pueden amanecer hermosos
días de verano (y también horribles, fríos y húmedos días de verano). Aquel 13
de agosto era uno de los que te permitían una agradable excursión, así que con
gran entusiasmo por mi parte y mucha más
calma por la de los demás, es preciso decirlo, salimos en bicicleta para comer en las frondosas orillas de mi bien amado Rhin. Fue
un picnic estupendo, pero el problema vino
a la vuelta, de tal modo que resultó ser la última excursión a velo que he hecho, porque, a pesar de
que los conductores respetan escrupulosamente (hasta límites insospechados en
España) a los ciclistas, me asusté sin motivo con la presencia de un coche y
el frenazo y posterior aterrizaje en el duro asfalto me han quitado hasta
ahora, las ganas de repetir la experiencia… y ya van años. Pero
en fin… nunca se sabe. Afortunadamente no quedó constancia gráfica del hecho ni de las posteriores consecuencias en forma de moretones.
3 Baden-Baden.
El periplo alemán de aquellas
vacaciones concluyó con una visita a Baden-Baden. Cruzamos el Rhin en
Estrasburgo, donde ya ha adquirido su aspecto de gran río (curso adelante
cambiará a grandísimo río). Creo que puedo decir que esta zona fronteriza ¡que
tantos quebraderos de cabeza ha dado a Europa a lo largo de la historia! posee
uno de los más hermosos paisajes que puede el viajero imaginar. El Rhin discurre
majestuosamente por un ancho valle (la Plaine
de l´Alsace en el lado francés)
salpicado de preciosos pueblos de casas con entramados de madera y tierras de
labor cuya fertilidad puede verse y aún olerse. Cierran el valle, en Francia la
cordillera de los Vosgos (es un hecho cierto que antes de la Gran Guerra,
llevaban a los soldados a contemplar desde sus cumbres las hermosas tierras
alsacianas en poder de los alemanes desde 1870, para encender en ellos el ánimo
revanchista), y en Alemania la Selva Negra, una continúa sucesión de bosques
donde los árboles alcanzan alturas considerables, los ríos llenan el espacio de
verdor y los pueblos y viñedos se encaraman por las faldas de las montañas.
Algo que llamó mi atención sobremanera (y que siempre la ha llamado en posteriores viajes por el país) es el hecho que de que en este paisaje idílico, no faltaban… fábricas. No pude averiguar de qué, pero si admirar el aspecto ordenado, limpio y pulido de sus instalaciones. Hay algo de verdad en los tópicos. Sin duda.
Algo que llamó mi atención sobremanera (y que siempre la ha llamado en posteriores viajes por el país) es el hecho que de que en este paisaje idílico, no faltaban… fábricas. No pude averiguar de qué, pero si admirar el aspecto ordenado, limpio y pulido de sus instalaciones. Hay algo de verdad en los tópicos. Sin duda.
Pero volviendo a mi excursión de aquel día, fresco y con lluvias intermitentes que de ningún modo iban a enfriar el entusiasmo que supuso llegar a Baden-Baden, en las laderas de la Selva Negra y a las orillas del río Oos. En sus orígenes fue un asentamiento celta conquistado por los romanos que desde el primer momento (la bautizaron como Civitas Aurelia Aquensis) supieron aprovechar las propiedades curativas de sus aguas, como lo acreditan las ruinas de unas termas que aún se conservan bajo la Plaza del Mercado y del edificio del Friedrichsbad. Con posterioridad fue ocupada por los alamanes y por los francos que construyeron su primitiva fortaleza. A pesar de sufrir casi una completa destrucción en las guerras del siglo XVIII, al final de dicho siglo ya estaba considerada una de las estaciones termales más importantes de Europa. Y para concluir este breve resumen recordar, porque no se puede ni se debe olvidar, que fue la sede de las fuerzas de ocupación francesa tras el horror de la II Guerra Mundial.
La vista de la ciudad a los pies del Schloosberg (monte del Castillo) es impresionante. Posee una hermosa colegiata gótica, un entramado urbano que converge en la Plaza del Mercado, un magnífico palacio de los siglos XV y XVI, residencia de los magraves y una sucesión de preciosos jardines, bulevares y plazas ajardinadas.
Pero en esta ocasión permítaseme la frivolidad: a mí me parecieron maravillosos
los edificios del siglo XIX, como el neorrenacentista Friedrichsbad (Casa de los Baños de 1877); el Kurhaus, el casino que desde 1838 eleva su blanca fachada porticada
sobre una verde pradera, aquel día salpicada de carpas donde refugiarse de la
lluvia para seguir disfrutando de la música que interpretaba una orquesta. Pero, como hay que ser consciente de las debilidades humanas, la belleza y elegancia del
entorno no debe hacernos olvidar como el juego puede llevar a la ruina, tal como nos contó Dostoyevski en su novela El jugador. Y él sabía de lo que hablaba. Pasó
aquí mucho tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario