miércoles, 8 de junio de 2016

Estambul VI.

Estambul VI. Del Museo Arqueológico a la Sirkeci Istasyon

 El Museo Arqueológico de Estambul es una inabordable colección de restos traídos de todos los rincones del Imperio y que abarca un extenso periodo de tiempo que se remonta a la Edad del Cobre, hace 5000 años, y llega hasta el siglo XIX, época a la que pertenecen innumerables objetos cerámicos expuestos en sus salas. Después de contemplar someramente (por desgracia no cabía otra posibilidad) los tesoros que guardaba no me cabe duda de que se encuentra entre los mejores museos del mundo.

Imagen tomada de Internet

 Su fundador fue Hamdi Bey, uno de los primeros arqueólogos turcos que alcanzó renombre internacional (es verdad que restos que descubrir no le faltaban) por sus trabajos, sus extraordinarios hallazgos y su enorme erudición. Se inauguró en 1881 y está situado en el primero de los patios que conforman el conjunto de Topkapi. Al antiguo edificio decimonónico (que guarda fundamentalmente la colección de antigüedades clásicas), se le añadió con motivo de su centenario un ala nueva dedicada a los restos de las culturas tracias, bitinias y bizantinas, así como los hallazgos relacionados con Estambul y todas las culturas que se asentaron en el privilegiado espacio que ocupa la ciudad. Allí también se exponen los restos procedentes de la península de Anatolia y la mítica Troya. En esta zona también se levanta el Museo de los Niños. Nos encontramos con muchos escolares que se movían con gran soltura entre las antigüedades prestando mucha atención a las explicaciones de sus profesores ¡Ojala algunos se conviertan en los arqueólogos del futuro!     
 Formando parte así mismo del conjunto museístico se levanta dos edificios. Uno alberga el Museo del Antiguo Oriente y el otro es el Kiosko de Azulejos, el Çinili Kösku  que construido por Mehmet el Conquistador en 1472 representa una preciosa muestra de la arquitectura y la decoración de cerámica azul procedente de Asia Central, siendo uno de los pocos edificios civiles fechados en esa época que se conservan.
Imagen tomada de Internet

  Después de esta enumeración de edificios, salas y dependencias, puede fácilmente suponerse el consiguiente ataque de ansiedad (a un paso del Síndrome de Sthendal) que experimenté. Cuando se impuso la demoledora realidad: son precisas cientos de visitas para llegar a conocer las colecciones que en ellos se guardan, decidí que no había tiempo que perder y que debía aprovechar al máximo la única que se me presentaba, fuimos directamente a contemplar aquellas de entre las piezas expuestas que habían estado siempre en mi imaginario particular y que fundamentalmente aparecen en esta relación:
1.- El mayor número posible de esculturas greco-romanas

Bustos imperiales

que se encuentran situadas en el edificio principal cuyas puertas guarda una repelente figura del dios Bes que  sujeta entre sus brazos un león sin cabeza.

Bes, el Heracles chipriota.

 
Busto del emperador Augusto

Efebo de Tralles. Imagen de Internet
 2.- Los famosos sarcófagos encontrados en Sidón por Hamdi Bey en 1887 y que al parecer pertenecieron a una dinastía fenicia reinante entre los siglos VI y IV a.C.
 El de las Plañideras 

Imagen tomada de Internet
de factura clásica, está decorado con una serie de figuras femeninas situadas entre columnas jónicas que lloran la muerte de su rey y señor, Estratón (aunque fueron representadas de esa manera, cabe preguntarse que harían en realidad tras el suceso). 
 El de Alejandro (siglo IV a.C),




que constituyó una maravillosa manera de rendir homenaje al gran héroe por parte del rey a quien estaba destinado y cuya identidad no parece clara. 


 En uno de los relieves laterales, el macedonio a caballo y con una piel de león sobre su cabeza, arroja una lanza sobre sus enemigos persas en la representación de la Batalla de Issos.
En el lado opuesto la escena es de una cacería en la que valientemente se enfrenta a un león.





 Así mismo en los lados cortos del sarcófago se representan una batalla y la caza de una pantera, ambas, como no podía ser de otro modo, tienen como protagonista al personaje. El valor artístico del sarcófago es inmenso. Sus autores compusieron las escenas llenas de fuerza y dinamismo, en un claro ejemplo del arte helenístico, que aparece cuando el arte y la cultura de los griegos se va extendiendo por Oriente como una consecuencia más de las conquistas de Alejandro de Macedonia. Aún guarda resto de su antigua policromía.


Recreación de la policromía de los relieves.
 3.- Troya, algunos de cuyos restos se encuentran junto a importantes piezas procedentes de toda la península de Anatolia. Troya, la de la historia y la de la imaginación de Homero. 
 Están presentes los diez estratos que las excavaciones de la ciudad dejaron al descubierto, desde el 3000 a.C. hasta la época romana. Podría ser, según recientes estudios, la Troya de la Ilíada la correspondiente al nivel VII, aunque el entusiasmo de Heinrich Schliemaann (aquel alemán que dedicó su fortuna y su vida a demostrar que la ciudad fue, era, real) la situó casi mil años antes. Esta circunstancia para el estudioso no importaba demasiado: Troya existió y la alegría de Schlieman debió llegar al paroxismo cuando además desenterró el fabuloso tesoro que consideró el del mismísimo Príamo.

Sophia Schlieman ataviada con las joyas del tesoro de Príamo
 
Apenas quedan de él algunas piezas en el museo pues su trayectoria ha sido de lo más movida desde su descubrimiento. 

 Un caballo de madera hace las delicias de los niños. 

        
 4.- Algunos de los testimonios escritos más antiguos del mundo, que guardados por los leones de las Puertas de Istar (otros se hallan en Berlín)


se encuentran expuestos entre los cientos de objetos hititas y egipcios en el Museo del Antiguo Oriente. Las tablillas cuneiformes del siglo XIII a.C. poseen variados contenidos entre los que no faltan  los poemas de amor. Es emocionante comprobar lo perdurable de la naturaleza humana. 



 Pero nada tan emocionante como la oportunidad de contemplar el tratado de paz más antiguo del que hay constancia: el Tratado de Qadesh, firmado por Ramsés II, faraón de Egipto y Hattusili III, rey de los hititas, en el 1259 a.C. Con él se ponía fin al enfrentamiento entre las dos grandes potencias del mundo antiguo y se abría el camino a las relaciones pacíficas.


 Ante este resto casi venerable no tuve por menos que pensar en la cantidad de guerras, de tratados, de nuevas guerras, de nuevos tratados… que se han librado y firmado desde entonces. Cuando escribo esta entrada la guerra (distintas y terribles a lo largo del tiempo) está presente desde hace al menos un siglo, en la zona y no parece posible por el momento la firma de ningún tratado que le ponga fin.
 Finalizada la visita al museo (en un estado casi de conmoción) tomamos aire paseando por los jardines  y admirando los grandes sarcófagos de pórfido donde reposaron algunos de los emperadores bizantinos



 La tarde la dedicamos a presenciar el baile de los derviches giróvagos en un lugar legendario, la Sirkeci Istasyon.


 Se construyó está estación, cercana al Puente Gálata, como destino final del legendario Orient Exprés siguiendo el diseño del arquitecto alemán August Jasmund (durante el siglo XIX la Sublime Puerta, así se conocía al decadente Imperio Otomano, encontró en Alemania a su mejor aliado para una modernización que no sería posible bajo el dominio de los sultanes). Éste ideó un preciosista edificio en el que se mezclan materiales y elementos arquitectónicos bizantinos y otomanos.


 Se inauguró en 1890 y hoy sigue prestando servicio al tráfico ferroviario de Estambul con diferentes puntos de la Turquía europea y otros países del entorno,


porque el lujoso Orient Exprés  hizo su último trayecto hasta ella en 197. Entonces se cerró una época de glamurosos viajes que tuvo su mayor auge en la década de los treinta del pasado siglo.

Imagen de Internet

  Menos mal que nos queda la literatura y el cine para rememorar el romanticismo de un modo de vida que se perdió para siempre.
 Pero volviendo a la tarde del 25 de abril. En la Sirkeci Istasyon pudimos asistir al espectáculo (me produce cierto reparo calificar así una experiencia espiritual) de los derviches danzantes que tienen su centro en el Monasterio Mevlevi situado en Beyoglu y que en la actualidad, desde que Atatürk  lo clausurara en 1924, acoge el Museo de la Literatura del Diván,
 Los primeros derviches fueron los discípulos de Jelaleddin Rumi, Mevlana, (“nuestro líder”) un poeta místico del siglo XIII y el más importante de los maestros del sufismo.


 Era ésta una de las doctrinas islámicas cuyos seguidores abrazaban la vida ascética y pretendían alcanzar el éxtasis místico a través de un ritual compuesto por poesía, música y danza. A esta corriente pertenecen los derviches giróvagos de Mevlevi, que al ritmo de la música monótona que producen flautas, atabales, tambores, laudes y violines, giran sobre si mismo extendiendo sus brazos (una mano hacia el cielo y la otra hacia el suelo) hasta conseguir la comunicación con Dios.

Imagen tomada de Internet
  La ceremonia, llamada Sema, se desarrolla en la sala de la estación y sorprende y sobrecoge al mismo tiempo. A mí me produjo sentimientos encontrados porque pensaba que los danzantes, que sin duda realizan el viaje espiritual que los eleva hacia lo divino girando como planetas con la estela de sus vestiduras alrededor, tienen sin embargo que llevarlo a cabo para que los contemplen los asombrados turistas, (en una silenciosa y reverente actitud hay que decirlo) previo pago de una entrada. Así son las cosas.

 En los días en que escribo estas impresiones se ha producido un terrible atentado en Estambul. Otra tragedia más de una la larga serie que parece no tener fin y que reiteradamente golpea esa zona del Oriente Próximo que antes de la Primera Guerra Mundial formaba parte del Imperio Otomano y que éste perdió en beneficio de las potencias vencedoras de la contienda. Me entristece profundamente pensar en las victimas inocentes, que pronto serán olvidadas, para las que no ha habido reconocimiento público, ni minutos de silencio, ni velas y flores, porque los europeos sólo parecemos conmovernos cuando los golpes se producen cerca, mientras que consideramos algo inevitable cuando nuestros países no se ven afectados directamente. Así son las cosas.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario