Estambul V. Un
paseo por el Bósforo.
La mañana era fría y desapacible y aún empeoraría, aunque, dadas las circunstancias resistiría gustosamente y además, como premio a mi buena disposición de vez en cuando aparecía el sol entre
las nubes y en el trayecto de vuelta el cielo lució todo azul... o casi.
Desde Eminonü tomamos un transbordador y junto a los viajeros que se desplazaban para realizar sus tareas cotidianas bajando y subiendo al barco en las diferentes escalas, comenzamos a navegar por el Bósforo, Bogaziçi en turco.
Desde Eminonü tomamos un transbordador y junto a los viajeros que se desplazaban para realizar sus tareas cotidianas bajando y subiendo al barco en las diferentes escalas, comenzamos a navegar por el Bósforo, Bogaziçi en turco.
No
es necesario que describa la emoción que este pequeño viaje me producía. Íbamos a recorrer un
largo paso marítimo de complicada orografía, turbulenta historia y
reminiscencias literarias que, como ya dije en una entrada anterior, separa o
une según se mire pues para eso se construyen puentes como el del
Bósforo, los dos continentes: Rumeli
(Europa) y Anadolu (Asia) en los
que comenzó a forjarse nuestra civilización.Y todo ello ante a la impresionante belleza
del panorama que se despliega en ambas orillas.
Se suceden los palacios, (hay que volver al más impresionante: Dolmabahçe),
Se suceden los palacios, (hay que volver al más impresionante: Dolmabahçe),
Entre ellos, igualmente como residencias veraniegas, se construyeron también desde finales del siglo
XVII, los yalis, casas de recreo,
que hoy continúan cumpliendo el mismo cometido. Pero hay también mezquitas, como las de Dolmabahçe, cercana al palacio o la de Mecidiye, pequeña joya barroca junto a la orilla.
(afortunadamente hoy es un museo y lo que se organizan en su interior son actividades culturales) y la Anadolu Hisari cincuenta años más antigua. Fue levantada por Bayaceto I para asegurarse el flanco oriental cuando emprendió el segundo asedio de Constantinopla (se sucedieron seis antes del último y definitivo). El torreón y las derruidas murallas se encuentran entre las casas de maderas del pueblo situado a sus pies.
Imagen tomada de Internet |
Desde la cubierta del pequeño barco procuraba abarcar con la mirada el hermoso panorama que se abría ante nosotros, aunque a
veces me podía el frío viento y tenía que buscar en el interior el calor del té
que continuamente ofrecían en sus bandejas los vendedores.
A los viejos y pequeños pueblos de pescadores de Europa y de Asia (esa circunstancia me tenía fascinada) con sus barcas atracadas en las orillas, va llegando el turismo y se van reconvirtiendo, y junto a las aguas de sus orillas aparecen terrazas y restaurantes que en verano se llenan de visitantes, aunque creo que siguen manteniendo todavía su carácter primitivo y auténtico.
Y esta ambigüedad es algo que me pareció percibir en todo Estambul: nada es del todo moderno, nada es del todo tradicional; nada es del todo oriental, nada es del todo europeo. O todo lo es todo al mismo tiempo.
Es incesante el ir y venir de pasajeros y por supuesto de embarcaciones. Los enormes cargueros se cruzan con los
pequeños, incluso minúsculos barcos en las revueltas aguas del estrecho imponiendo en algunos momentos, algo más que respeto. Esta sensación no parece que la experimenten los lugareños pues para ellos forma parte de su cotidianidad.
Rumeli Kavagi es la última parada en suelo europeo. A partir de ahí el Bósforo se ensancha para dar paso al Mar Negro, el Pontus Euxinus del mundo antiguo
Mapa de Diogo Homen de 1559 |
Y no me olvido de Georgia, la Cólquide destino
de Jasón en su viaje en busca del Vellocino de Oro.
Porque en mis
referencias a ese mar, que aquel día hacía honor a su nombre, no quise
recordar los conflictos del aciago siglo XX, (ni los del XIX, ni los del apenas iniciado siglo XXI), de los que fue protagonista
obligado. Preferí rememorar otros hechos míticos (algo diluida la tragedia por el paso de los siglos), como el regreso de los Diez Mil, mercenarios que desde Mesopotamia y
al mando de Jenofonte,
que nos
relató la historia en su obra Anábasis, recorrieron casi cuatro
mil kilómetros
antes de llegar a Trebizonda,
la Trapezunta griega, la
Trabzon turca, y su alegría ¡no eran
hombres de tierra adentro! se tradujo en un grito: Thalassa, thalassa (¡el
mar, el mar!). Estaban contemplando ese mismo mar que se extendía ante mí.
Crátera roja de Apulia del siglo IV a.C. |
En Anadolu Kavagi hizo el barco su
escala más larga antes de emprender la vuelta, El mayor interés del pequeño
y algo desangelado pueblecito
son las ruinas de una impresionante fortaleza que se conoce como Fortaleza Genovesa,
pero cuyo origen es bizantino.
Construida en el siglo XIV es la mayor del Bósforo.
son las ruinas de una impresionante fortaleza que se conoce como Fortaleza Genovesa,
pero cuyo origen es bizantino.
Construida en el siglo XIV es la mayor del Bósforo.
En realidad quizá lo más gratificante de esta corta visita al pueblo fue la amabilidad que nos mostraron, tanto la tripulación del barco (quisieron hacerse, y se hicieron una foto con nosotros) y desde luego las personas que trabajaban en el sencillo y acogedor restaurante en el que tomamos, no podía ser de otra manera, una deliciosa comida a base de pescado.
Durante el regreso asomó el sol, aunque el frío viento del estrecho no amainó. Resultó en su conjunto una maravillosa experiencia.