sábado, 10 de octubre de 2015

Wüzburgo

2  .      Würzburgo.  Baviera.
  Würzburg,a orillas del río Maine, es una preciosa ciudad universitaria y un importante centro productor de vino de la Baja Franconia, región en la que se halla situada.
  Si tuviera que determinar una cualidad, la más notable de los alemanes a lo largo de su turbulenta historia, no podría por menos que pensar en su enorme capacidad para rehacerse, como pueblo y como país,  tantas veces como los acontecimientos históricos los han llevado al borde del colapso.  Quede para otro momento analizar las causas y consecuencias de estos desgraciados acontecimientos, ya que ahora lo que pretendo reseñar es el hecho de la superación tras el desastre. Y para tal fin no hay mejor ejemplo (aunque no sea el único), que el de esta ciudad, la cual, dos meses antes de la rendición alemana en 1945, fue bombardeada por la aviación inglesa y destruida casi en un noventa por ciento. Apenas quedó en pie algo de su rico patrimonio artístico, pero hoy, tras haber sido fiel y concienzudamente restaurada, ofrece al visitante toda la belleza de su trama urbana y de sus espléndidos edificios.
  La carretera que une Frankfurt con Würzburg discurre entre bosques y pequeños pueblos, entre los que yo buscaba, como he hecho siempre que he viajado en coche por el país, las zonas industriales… he llegado a la conclusión de que las deben camuflar muy bien para no estropear el paisaje. No se ven.
  La ciudad se despliega atravesada por el Maine a los pies de una colina, cubierta de viñedos y coronada por la fortaleza de Marienberg,

Imagen tomada de Internet. 
que ocupa el espacio de un asentamiento celta del siglo V a.C. En los primeros años del siglo XIII comenzaron las obras para la construcción de esta fortaleza que sería residencia de los príncipes-obispos, hasta principios del  XVIII. No tuvimos ocasión de acercarnos a Marienberg, que guarda un importante legado histórico, sólo pudimos contemplarla desde el otro extremo del Puente Viejo, que la conecta con el centro de la ciudad. Data éste del siglo XV y está flanqueado por estatuas del siglo XVIII.
  En nuestro paseo por el centro de Würzburg pudimos contemplar edificios de gran interés, comenzando por la Marien Kapelle


preciosa iglesia gótica cuyos paramentos blancos se combinan con el rojo que bordea los arcos apuntados de sus elevados vanos, los contrafuertes rematados por esbeltos pináculos y el trabajado alero que da paso a la inclinada techumbre. También es rojo el segundo cuerpo de la torre, antes de que el cuadrado se convierta en hexágono, para lanzar a lo más alto su hermoso chapitel calado rematado por una figura dorada. En esta iglesia se encuentran algunas obras (La Anunciación, Adán y Eva) de Tilman Riemenschneider, uno de los grandes artistas alemanes que en el último tercio del siglo XV dejó en esta ciudad importantes muestras de su trabajo en piedra y madera de tilo, que era su favorita para ser tallada. De perfecta ejecución, están dotadas de gran expresividad y de una cierta introspección, que le aporta un aire de melancolía que, desde mi punto de vista, las hace muy atractivas.
  Casi al lado de la Marien Kapelle se puede contemplar la Falkenhaus, Casa del Halcón,

Imagen tomada de Internet. E. Purucker
del siglo XVIII. El edificio, del más depurado rococó (no hay excesos y me gusta),  ha tenido varios usos a lo largo del tiempo. En la actualidad es  una biblioteca y un centro de información turística, creo que el más bonito que he visto en ciudad alguna, sobre todo por su fachada pintada de amarillo pálido y decorada con unas delicadas yeserías blancas que enmarcan todo lo enmarcable: portada, ventanas, aleros… sin olvidar las suaves curvas de las mansardas que lo coronan.
Otra cosa es la catedral. Consagrada a San Kilian, santo llegado de Irlanda en el 686 para cristianizar a los francones y que fue martirizado en la ciudad. Es un imponente edificio románico, construido entre los siglos XI y XII que levanta en su fachada, que de por si alcanza gran altura, dos elevadas torres gemelas rematadas por chapiteles de gran austeridad.


  Solo los vanos, como si de saeteras se trataran que se distribuyen a lo largo de los paramentos y la decoración bicolor que enmarca la portada y flanquea las torres, constituyen los elementos ornamentales. En el interior un crucero muy desarrollado; techumbre plana; estucados barrocos en el coro; sepulcros de obispos (algunos de Riemenschneider), Completa el conjunto una capilla del siglo XVIII situada en el crucero norte y realizada por Balhtasar Neumann por encargo de los príncipes-obispos de la familia Schönborn, que gobernaron esta ciudad y a los que no habrá más remedio que mencionar por el importante legado que dejaron en ella.
  Una típica comida alemana en un lugar lleno de historia, el Grafenckart
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Imagen de City Album Städteportal Reiseberichte

edificio medieval que pasó de residencia privada a sede del Ayuntamiento a partir del siglo XIV. Fue ampliado y remodelado en épocas posteriores y conserva una torre renacentista, sin embargo el bajo y el primer piso (donde se encuentra ubicado el restaurante) mantienen el estilo gótico original. 
  Würzburg atesora un importante patrimonio arquitectónico que lamentablemente no pudimos contemplar con detenimiento, no obstante, y casi de pasada, tuvimos ocasión de admirar la preciosa fachada roja del siglo XVIII (toda curvas y contracurvas en una reinterpretación muy alemana, a mi parecer, del barroco borrominiano) y la impresionante cúpula  de la Neumünster-Kirche,


que custodia los restos de San Kilian y de sus compañeros mártires. Las obras de Riemenschneider que guarda en su interior, hubimos de dejarla para mejor ocasión, porque nos encaminábamos hacia una de las mayores y más hermosos residencias palaciegas de Alemania.
  Los hermanos príncipes-obispos de Bamberg y Würzburg, Johann Philipp Franz y Friedrich Karl Von Schönbor, fueron los impulsores de la construcción del edificio y del diseño de los maravillosos jardines que lo circundan.

Imagen tomada de Internet. User Lutz. marten
No cabe duda de que el palacio puede compararse con los mejores de Europa (Versalles, Schönbrunn, Charlottenburg…) en su tamaño, en sus trazas y en la decoración de sus estancias, donde impera un, hasta cierto punto, comedido rococó. La mayor parte de la obra fue dirigida por Balthasar Neumann, y ejecutada por una serie de arquitectos y artistas que trabajaron desde 1720 a 1744.
  En el espléndido conjunto destacan los frescos de Giovanni Battista Tiépolo, que inmortalizó en el techo de la majestuosa escalera, el poder y la magnificencia del príncipe-obispo en lo que acabó siendo el fresco más grande del mundo.


  Desde luego hermoso, magnífico, suntuoso…  En viajes posteriores he tenido ocasión de ver en el sur de Alemania palacios barrocos que los gobernantes de todos los estados, grandes y pequeños, no dudaban en construirse para hacer gala de su riqueza y poder. No cabe duda de que este es el más impresionante, aunque personalmente prefiero las impresiones artísticas más contenidas, más delicadas, aquellas que huyen, aunque sea difícil si pensamos quiénes han sido siempre los patrocinadores y mecenas, de la ostentación que representa el poder de los gobernantes. Nunca me han gustado demasiado los escudos familiares entre cortinas de piedra rematadas por coronas ducales, reales o papales, en los frontones situados sobre las puertas de acceso.


 Hablan del despotismo, en el mejor caso ilustrado, de sus moradores; de la injusta estructura social y del desigual reparto de la riqueza, aunque a decir verdad esto último no haya cambiado demasiado con el paso de los siglos. 

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