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Würzburgo. Baviera.
Würzburg,a orillas del
río Maine, es una preciosa ciudad universitaria y un importante centro
productor de vino de la Baja Franconia, región en la que se halla situada.
Si tuviera que
determinar una cualidad, la más notable de los alemanes a lo largo de su
turbulenta historia, no podría por menos que pensar en su enorme capacidad para
rehacerse, como pueblo y como país,
tantas veces como los acontecimientos históricos los han llevado al
borde del colapso. Quede para otro momento analizar las causas y consecuencias
de estos desgraciados acontecimientos, ya que ahora lo que pretendo reseñar es
el hecho de la superación tras el desastre. Y para tal fin no hay mejor ejemplo
(aunque no sea el único), que el de esta ciudad, la cual, dos meses antes de la
rendición alemana en 1945, fue bombardeada por la aviación inglesa y destruida casi
en un noventa por ciento. Apenas quedó en pie algo de su rico patrimonio
artístico, pero hoy, tras haber sido fiel y concienzudamente restaurada, ofrece
al visitante toda la belleza de su trama urbana y de sus espléndidos edificios.
La carretera que une Frankfurt
con Würzburg discurre entre bosques y pequeños pueblos, entre los que yo
buscaba, como he hecho siempre que he viajado en coche por el país, las zonas
industriales… he llegado a la conclusión de que las deben camuflar muy bien
para no estropear el paisaje. No se ven.
La ciudad se despliega
atravesada por el Maine a los pies de una colina, cubierta de viñedos y
coronada por la fortaleza de Marienberg,
que ocupa el espacio de un
asentamiento celta del siglo V a.C. En los primeros años del siglo XIII comenzaron las
obras para la construcción de esta fortaleza que sería residencia de los
príncipes-obispos, hasta principios del XVIII. No tuvimos ocasión de
acercarnos a Marienberg, que guarda un importante legado histórico, sólo
pudimos contemplarla desde el otro extremo del Puente Viejo, que la conecta con
el centro de la ciudad. Data éste del siglo XV y está flanqueado por estatuas
del siglo XVIII.
Imagen tomada de Internet. |
En nuestro paseo por el
centro de Würzburg pudimos contemplar edificios de gran interés, comenzando por
la Marien Kapelle,
preciosa iglesia gótica cuyos paramentos blancos se combinan con el rojo que bordea los arcos apuntados de sus elevados vanos, los contrafuertes rematados por esbeltos pináculos y el trabajado alero que da paso a la inclinada techumbre. También es rojo el segundo cuerpo de la torre, antes de que el cuadrado se convierta en hexágono, para lanzar a lo más alto su hermoso chapitel calado rematado por una figura dorada. En esta iglesia se encuentran algunas obras (La Anunciación, Adán y Eva) de Tilman Riemenschneider, uno de los grandes artistas alemanes que en el último tercio del siglo XV dejó en esta ciudad importantes muestras de su trabajo en piedra y madera de tilo, que era su favorita para ser tallada. De perfecta ejecución, están dotadas de gran expresividad y de una cierta introspección, que le aporta un aire de melancolía que, desde mi punto de vista, las hace muy atractivas.
preciosa iglesia gótica cuyos paramentos blancos se combinan con el rojo que bordea los arcos apuntados de sus elevados vanos, los contrafuertes rematados por esbeltos pináculos y el trabajado alero que da paso a la inclinada techumbre. También es rojo el segundo cuerpo de la torre, antes de que el cuadrado se convierta en hexágono, para lanzar a lo más alto su hermoso chapitel calado rematado por una figura dorada. En esta iglesia se encuentran algunas obras (La Anunciación, Adán y Eva) de Tilman Riemenschneider, uno de los grandes artistas alemanes que en el último tercio del siglo XV dejó en esta ciudad importantes muestras de su trabajo en piedra y madera de tilo, que era su favorita para ser tallada. De perfecta ejecución, están dotadas de gran expresividad y de una cierta introspección, que le aporta un aire de melancolía que, desde mi punto de vista, las hace muy atractivas.
Casi al lado de la
Marien Kapelle se puede contemplar la Falkenhaus, Casa del Halcón,
Solo los vanos, como si de saeteras se trataran que se distribuyen a lo largo de los paramentos y la decoración bicolor que enmarca la portada y flanquea las torres, constituyen los elementos ornamentales. En el interior un crucero muy desarrollado; techumbre plana; estucados barrocos en el coro; sepulcros de obispos (algunos de Riemenschneider), Completa el conjunto una capilla del siglo XVIII situada en el crucero norte y realizada por Balhtasar Neumann por encargo de los príncipes-obispos de la familia Schönborn, que gobernaron esta ciudad y a los que no habrá más remedio que mencionar por el importante legado que dejaron en ella.
Una típica comida
alemana en un lugar lleno de historia, el Grafenckart
,
Imagen de City Album Städteportal Reiseberichte |
edificio medieval que
pasó de residencia privada a sede del Ayuntamiento a partir del siglo XIV. Fue
ampliado y remodelado en épocas posteriores y conserva una torre renacentista,
sin embargo el bajo y el primer piso (donde se encuentra ubicado el restaurante) mantienen el estilo gótico original.
Würzburg atesora un
importante patrimonio arquitectónico que lamentablemente no pudimos contemplar
con detenimiento, no obstante, y casi de pasada, tuvimos ocasión de admirar la
preciosa fachada roja del siglo XVIII (toda curvas y contracurvas en una
reinterpretación muy alemana, a mi parecer, del barroco borrominiano) y la
impresionante cúpula de la
Neumünster-Kirche,
que custodia los restos de San Kilian y de sus compañeros mártires. Las obras de Riemenschneider que guarda en su interior, hubimos de dejarla para mejor ocasión, porque nos encaminábamos hacia una de las mayores y más hermosos residencias palaciegas de Alemania.
que custodia los restos de San Kilian y de sus compañeros mártires. Las obras de Riemenschneider que guarda en su interior, hubimos de dejarla para mejor ocasión, porque nos encaminábamos hacia una de las mayores y más hermosos residencias palaciegas de Alemania.
Los hermanos príncipes-obispos
de Bamberg y Würzburg, Johann Philipp Franz y Friedrich Karl Von Schönbor,
fueron los impulsores de la construcción del edificio y del diseño de los
maravillosos jardines que lo circundan.
No cabe duda de que el palacio puede
compararse con los mejores de Europa (Versalles, Schönbrunn, Charlottenburg…)
en su tamaño, en sus trazas y en la decoración de sus estancias, donde impera
un, hasta cierto punto, comedido rococó. La mayor parte de la obra fue dirigida
por Balthasar Neumann, y ejecutada por una serie de arquitectos y artistas que
trabajaron desde 1720 a 1744.
En el espléndido conjunto destacan los frescos de Giovanni Battista Tiépolo, que inmortalizó en el techo de la majestuosa escalera, el poder y la magnificencia del príncipe-obispo en lo que acabó siendo el fresco más grande del mundo.
Desde luego hermoso, magnífico, suntuoso… En viajes posteriores he tenido ocasión de ver en el sur de Alemania palacios barrocos que los gobernantes de todos los estados, grandes y pequeños, no dudaban en construirse para hacer gala de su riqueza y poder. No cabe duda de que este es el más impresionante, aunque personalmente prefiero las impresiones artísticas más contenidas, más delicadas, aquellas que huyen, aunque sea difícil si pensamos quiénes han sido siempre los patrocinadores y mecenas, de la ostentación que representa el poder de los gobernantes. Nunca me han gustado demasiado los escudos familiares entre cortinas de piedra rematadas por coronas ducales, reales o papales, en los frontones situados sobre las puertas de acceso.
Hablan del despotismo, en el mejor caso ilustrado, de sus moradores; de la injusta estructura social y del desigual reparto de la riqueza, aunque a decir verdad esto último no haya cambiado demasiado con el paso de los siglos.
Imagen tomada de Internet. User Lutz. marten |
En el espléndido conjunto destacan los frescos de Giovanni Battista Tiépolo, que inmortalizó en el techo de la majestuosa escalera, el poder y la magnificencia del príncipe-obispo en lo que acabó siendo el fresco más grande del mundo.
Desde luego hermoso, magnífico, suntuoso… En viajes posteriores he tenido ocasión de ver en el sur de Alemania palacios barrocos que los gobernantes de todos los estados, grandes y pequeños, no dudaban en construirse para hacer gala de su riqueza y poder. No cabe duda de que este es el más impresionante, aunque personalmente prefiero las impresiones artísticas más contenidas, más delicadas, aquellas que huyen, aunque sea difícil si pensamos quiénes han sido siempre los patrocinadores y mecenas, de la ostentación que representa el poder de los gobernantes. Nunca me han gustado demasiado los escudos familiares entre cortinas de piedra rematadas por coronas ducales, reales o papales, en los frontones situados sobre las puertas de acceso.
Hablan del despotismo, en el mejor caso ilustrado, de sus moradores; de la injusta estructura social y del desigual reparto de la riqueza, aunque a decir verdad esto último no haya cambiado demasiado con el paso de los siglos.
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