martes, 16 de junio de 2020

IV Verona

En Verona (2). Cuatro iglesias. San Fermo y Santa Anastasia 

Iglesia de Santa Anastasia. San Jorge y la Princesa de Pisanallo. Siglo XV
Titulo así esta entrada porque estos templos son excepcionales, y están quizás  por encima de otros, también  excepcionales, que tendríamos ocasión de conocer. Los veroneses los llaman las cuatro iglesias históricas. El poder contemplados con más tiempo y una mayor atención, constituyó una fantástica  experiencia.   

 Me habían fascinado en el viaje anterior (4 Verona, Veneto. Cómo olvidar a Romeo Y Julieta). Pero...el tiempo transcurrido había traído algunas novedades que no me gustaron en absoluto. No obstante no era cuestión de lamentarse. Las cosas son como son y la alegría que me proporcionaba volver a verlos no la iba a empañar con otras consideraciones. 


 San Fermo. 
 Recordaba el ascenso, después de acercarnos al edificio desde la acera opuesta, por la escalera situada en medio de una fachada que luce en sus dos cuerpos estilos y materiales bien diferenciados. Es románico y piedra el primer tramo en el que se sitúan, a ambos lados de la fachada que luce una sobria portada abocinada, dos arcas funerarias. Facilita y embellece la transición  una series de arcos lanceolados y una reducida cornisa a partir de la cual, en piedra y ladrillo se impone la verticalidad del gótico, acrecentada por las cuatro ventanas alargadas de arcos apuntados, el tejado a dos aguas y los tres pináculos que coronan el edificio.      
 Al final de las escaleras, las maravillosas puertas ¡CERRADAS! Sus veinticuatro relieves de bronce


cuentan la historia de los santos patronos del templo (son dos y a ambos está dedicado, aunque todo el mundo parece olvidarse de San Rústico), que fueron martirizados en este lugar que guarda sus reliquias. Nunca se tiene la misma visión de una iglesia cuando se ingresa por la entrada oeste y aparece ante ti la perspectiva del conjunto mientras lentamente, procurando sentir más que mirar todo lo que te rodea, te vas acercando  al presbiterio. 

También estaban cerradas las puertas laterales de la pared norte, que aparecen encuadradas en una portada ojival de dovelas de suaves colores,  


precedidas por un gran arco que protege un amplio pórtico abovedado que en si mismo es una valiosa muestra de arquitectura, escultura y pintura.

 Ahora la entrada se realiza por el claustro románico (pasando previamente por taquilla) y tras dejar atrás una preciosa lápida de mármol rojo


que quizás represente la figura de un maestro del que no he podido recabar información, se ingresa en la llamada iglesia inferior que conserva  íntegramente el estilo románico con el que fue construida por los benedictino hacia 1065. Es un espacio de tres naves separadas por un bosque de pilares, que incluso dividen en dos la nave central


 y que sostienen las bóvedas de aristas decoradas sutilmente con el símbolo de la orden.

De los tres ábsides que rematan las naves, el central contiene un crucifijo de madera del siglo XVI.


Todo el conjunto conserva una impresionante colección de frescos que datan de los siglos XI al XIII. 


Quizás de entre todos, y por destacar algunos, me perecieron interesantes este primitivo Bautismo de Cristo


y desde luego el fresco de la Virgen con el Niño (XV) que corona la lápida dedicada al jurista Antonio Palacani (1275-1327) donde se le representa impartiendo clases a sus alumnos 


  La visita pausada, el recorrido por el espacio, las fotografías desde las perspectivas más interesantes, la contemplación de las obras...todo contribuye a proporcionar una sensación de sereno entusiasmo  .

 La escalera por la que en la primera visita descendimos a aquel lugar



 nos sirvió en esta ocasión para llegar, por el lado derecho del crucero, a la iglesia superior y para volver a experimentar esa impresión que te deja literalmente sin palabras.

Vista desde la cabecera
 Es plenamente gótica y se debe a la remodelación que efectuaron los franciscanos en 1260 cuando tomaron el relevo a los benedictinos. Tiene una sola nave con capillas laterales y su cubierta de madera se asemeja al casco de un barco donde se suceden cinco lóbulos sostenidos por una serie de estantes que se conectan por medio de barras de hierro. 


 Cuatrocientas dieciséis pinturas de santos datadas en el siglo XIV, están situadas en  todos y cada uno de los arcos que decoran los estantes. Una maqueta expuesta ayuda a comprender la magnitud de esta singular cubierta

                                           
                                           

 En la cabecera de la nave, antes del presbitrio, tras una balaustrada que rodea el coro, se sitúa el altar mayor bajo el que se encuentran las santas reliquias. Es otra obra, ahora en mampostería, de indescriptible belleza. Una serie de volutas prolongan los lóbulos de la techumbre conformando un espacio cubierto de maravillosos frescos


donde se abre un gran ábside con bóveda de crucería cubierta también por frescos que representan a lo cuatro evangelistas.



  Son innumerables las obras que decoran la basílica de San Fermo. Porque cabe citar sólo unas pocas, hago mención al extraordinario púlpito de Antonio de Mestre


elaborado con mármoles rojos y blancos, en un armonioso diseño que se ve reforzado por los preciosos frescos de Martino de Verona del siglo XIV.
 Tampoco dejar de mencionar, por la propia obra del siglo XIV del pintor lombardo Turone di Maxio, y por el efecto que ésta produce sobre la puerta de acceso y bajo la luz que le proporcionan las cuatro ventanas ojivales abiertas en la fachada,


o  también algunas pinturas renacentistas como la Adoración de los Pastores de Alesandro Turchi fechada en 1608 


 Son muchas también las capillas funerarias de grandes personajes y de ilustres familias. Me llamó la atención sobre toda una en especial, que situada a la derecha del transepto, perteneció a los descendientes de Dante Alighieri, pues uno de sus  hijos Piero, se estableció en Verona tras la muerte de su padre en 1321.


 Y para acabar, no hay más remedio, una de las obras más hermosas de San Fermo. Se trata del Mausoleo Brenzoni de 1426. El profeta Isaias preside el monumento funerario obra del escultor Nani di Bartolo que representa  de forma muy teatral (con cortinaje incluido) la Resurrección de Cristo. Me parece una obra maravillosa, sobre todo porque trabajó en ella uno de mis pintores  favoritos: Pisanello. Suele ocurrir que en las iglesias, sus frescos están situados en lugares que no se aprecian en un primer vistazo. Y este es el caso de su Anunciación,  


a la que hay que buscar atentamente pues ocupa las dos esquinas superiores dentro del marco de mármol, y desde luego de los arcángeles Miguel y Rafael, figuras de una delicadeza infinita que parecen desvanecerse en la compleja decoración del fresco, una de las obras más hermosas del llamado gótico internacional. Un consejo: Ampliar al máximo las imágenes. 



 En la visita anterior a Verona ya manifesté mi predilección por este maravilloso lugar y, a pesar de los hermosos descubrimientos que tuvimos ocasión de hacer con ocasión de este segundo viaje, me ratifico en mi primera impresión.

   
  En todas las guías se puede leer que es uno de los más bellos ejemplos del gótico italiano (lo que supone todo un logro considerando lo que atesora Italia); que es el templo más grande de la ciudad; que guarda en su interior bellísimas obras de arte... Ciertamente así es. Pero ante una fachada cuya obra nunca se completó y tras cruzar una portada de cinco arcos ojivales donde se alternan  dovelas de suaves azules, blancos y rosados que enmarcan en sus lunetos pinturas y esculturas del siglo XV que el tiempo ha dotado de una preciosa pátina, he tenido por dos veces la impresión de que no entraba en un edificio, entraba en una sinfonía, alegre y luminosa, cuyas notas las constituyen los espacios llenos y los espacios vacíos, que se recorren con la admiración reflejada en la cara.

  
   Los cambios a los que me he referido con anterioridad, también se habían impuesto en Santa Anastasia. Accedimos en un principio a su interior una vez acabados los cultos, literalmente esquivando a una gran cantidad de visitantes.


 Era imposible en esas circunstancias intentar recorrerla, así que desistimos y después de un deliciosa y típica comida cerca de Santa Eufemia

Bacalao con poleta a la vicentina




Spaghetti alle vongole
y con las fuerzas y el ánimo recompuestos, volvimos sobre nuestros para encontrarnos bloqueada la puerta con una mampara de cristal con su correspondiente taquilla que no existía años atrás. Superado el trámite y con un menor número de personas, nos paramos como ante viejos conocidos, para contemplar a los gobbi que, sentados en la base de dos columnas sostienen desde hace siglos sobre sus castigadas espaldas sendas pilas de agua bendita. 
 A la izquierda y con las manos sobre las rodillas levanta su cabeza para mirar con tristeza una figura que esculpió en 1495 Gabrielle Caliari. Quizás constituya su mejor segunda obra, porque no cabe duda que la primera, con diferencia, fue su hijo Paolo, pintor conocido por todos como El Veronés.


 
 A la derecha se coloca, con una mano sosteniendo su cabeza en un gesto que denota tal vez cierta preocupación o quizás desesperación, el Pasquino que esculpió  Paolo Orefice y que desde el domingo de Pascua de 1591 ocupa ese lugar.


 Antes de levantar la vista hay que admirar el suelo original con los colores del hábito de los dominicos, blanco y negro, junto al rojo de la sangre del martirio de San Pedro de Verona, que  habría de ser el titular de la basílica que comenzó a construirse  en 1290 aunque no fue consagrada solemnemente hasta 1471.

Composición del suelo en el centro del crucero 
 Pero, como el edificio se levantó sobre una iglesia anterior dedicada, entre otros mártires a Santa Anastasia, los veroneses siguieron llamándola con el nombre de la santa y así ha llegado hasta nuestros días.  
 Doce imponentes columnas de mármol rojo y blanco separan las tres naves de su planta y sostienen las más bellas bóvedas de crucería que cabe imaginar: perfectas en su ejecución y preciosas en su decoración al fresco con motivos florales e imágenes de santos de la orden dominica. Poseo todo el conjunto tal delicadeza y armonía que pasarías la visita sin apartar los ojos de ellas.  



Pero hay mucho que ver, así que se hace necesario bajar la vista y dirigirla hacia adelante, hacia  la gran cabecera que prácticamente tiene el mismo tamaño del crucero. Dividida en cinco ábsides, 


alberga el central un hermoso crucifijo sobre un altar de mediados del siglo XX que se relaciona sin demasiados problemas con las dos fantásticas obras que decoran sus paredes.  




 A la izquierda el monumento funerario de Cortesia de Serego, que lideró el ejército de los Scaligeri, en la segunda mitad del siglo XIV y debió hacerlo con mucho éxito, dado el lugar de enterramiento que su hijo pudo ofrecerle.
  A la derecha un fresco del Juicio Final del siglo XIV atribuido al Segundo Maestro de San Zeno, una obra representativa de la hermosa ingenuidad de la pintura gótica.


 Antes de alejarnos de la cabecera de la iglesia, es parada ineludible y causa de intensa emoción contemplar de nuevo el fresco de Pisanello, que allá por las alturas, en el frontal del arco que da acceso a la Capilla Pellegrini, pintó en 1433, para convertirse quizás en su obra más importante y desde luego más hermosa: San Jorge y la Princesa. 

    
 Ya me referí a ella en la entrada de la visita anterior y poco puedo añadir. Sólo que quizás esta vez, con más tiempo y algo menos deslumbrada (pero poco menos), reparé en el interior de la capilla que guarda importantes obras que decoran las tumbas de la familia. Destacan junto a los frescos de grandes maestros de los siglos XIV y XV la colección de terracotas de Michele de Florencia que en veinticuatro paneles, narran la vida de Cristo 


 Junto a la Capilla Pelegrini, se sitúa la dedicada a la familia  Cavalli, que posee también preciosos frescos del siglo XIV y donde destaca el luneto sobre el sarcófago de Federico Cavalli


 Y también en la cabecera, a la izquierda del presbiterio, me emocionó la contemplación de la Capilla Salerni, y aunque la imagen es manifiestamente mejorable, se pueden vislumbrar los hermosos frescos que contiene

Segundo Maestro de San Zeno . Siglo XIV

 Los altares y las capillas que encontramos en Santa Anastasia constituyen una variada muestra de pintura y escultura donde combinan sin estridencias estilos artísticos de diferentes épocas.
 Son absolutamente impresionantes el Altar Centrego dedicado a Santo Tomás de Aquino. 

La Virgen entre los santos Tomás y Agustín. Girolamo dai Libri (1505-1510)

El Altar Fregoso, bello ejemplo del más depurado y clasicista Renacimiento levantado en honor a Cristo Redentor.

Danese Cattaneo de Carrara (1565) 

 El elaborado e impresionante Altar Miniscalchi (1436) consagrado al Espiritu Santo con una doble representación de la escena de Pentecostés: en el fresco del luneto, de Francesco Morone y en la pintura  del retablo, de Nicollo Giolfino.


Junto a él se ubica el órgano dorado del siglo XVII que me pareció muy hermoso en su simplicidad


 Tanto las obras enumeradas como otros altares y capillas situadas en el perímetro de Santa Anastasia merecerían, no un breve apunte, sino todo un tratado, pues la calidad de las obras es extraordinaria y la mayoría de ellas están en la línea de lo que más me gusta y emociona cuando admiro una obra de arte. 

 Con este estado de ánimo, contemplaba la Capilla del Crucifijo, que corresponde a la zona más antigua de la basílica, pues aquí se situaba la primitiva iglesia.


 Es como un pequeño y precioso cofre precedido por un amplio arco y coronado por una bóveda de crucería, que guarda un Crucificado del siglo XV y también el sepulcro de un rico veronés que por sus donaciones para construir el techo de la iglesia , pidió ser enterrado en ella. Y bien que lo consiguió.    

 Y sin más remedio que acelerar el ritmo de la escritura igual que me veía obligada a acelerar el ritmo de la visita, mencionar la Capilla Giusti, una completa iglesia dentro de Santa Anastasia que mandó construir la poderosa familia como lugar de enterramiento. Días más tarde visitaríamos los jardines y los salones de su palacio. 

Frescos atribuidos a Boninsegna (siglo XIV)
 La capilla estaba cerrada, por lo que sólo pudimos ver los frescos situados en la entrada de los que forman parte este fragmento.
  
 Obligada a acabar esta entrada, lo mismo que me veía obligada a salir de la basílica, a punto de ser cerrada, no puedo dejar de describir la impresión que me produjo la Capilla del Rosario. 

Domenico Curtoni 1585-1596
 Es una hermosa obra renacentista levantada para conmemorar la victoria de Lepanto, en la que  participaron tres compañías de soldados veroneses. Tras un arco triunfal que se abre en el muro izquierdo del templo y que da paso a un espacio revestidos de mármoles y recorrido por un friso decorado con motivos clásicos, cuatro columnas de capiteles corintios elevan un frontón bajo el que se coloca el altar en el que brilla por derecho propio la Virgen de la Humildad de Lorenzo Veneciano. He leído que pueda que sea una copia. Si es así, me parece que no resta ni un ápice a la fastuosa impresión del conjunto. A ambos lados de la Virgen aparecen Santo Domingo y San Pedro Mártir, acompañados por los donantes que se identifican como algún miembro de la familia della Scala y su consorte. Esta poderosa familia que gobernó la ciudad desde 1260 a 1387, le proporcionó una época de prosperidad y de grandes realizaciones artísticas, como bien íbamos comprobando.


   
Con una última mirada al conjunto desde la cabecera, salimos de Santa Anastasia


para ver caer el sol sobre el Adigio desde el Puente Scaligieri