martes, 26 de enero de 2016

Berlín (IV)



 Y Berlín (IV)

 Museumssinsel es una isla alargada formada por el Spree que se ubica en el centro de la ciudad y que nos propusimos recorrer con todo el detenimiento posible, porque en la zona norte alberga, además de varios de sus museos más importantes, la catedral, la Berliner Dom, y el Palast der Republik, ocupando el lugar del Stasdtschloss.  

 Desde Lustgarten se contempla el majestuoso edificio de la catedral que tiene su origen en un templo del siglo XIV y que en el XV se convirtió en lugar de enterramiento de los Hohenzollern. A lo largo de su historia ha albergado el culto de católicos, luteranos y calvinistas.

Imagen tomada de Internet
 El impresionante edificio que contemplamos hoy, tiene una azarosa historia.  Federico el Grande a mediados del XVIII mandó construir una iglesia que sirviera además como mausoleo de la familia real prusiana. El diseño, debido a Johann Boumann, presentaba un aspecto mucho más modesto que el de la actualidad, pues éste ha experimentado con el paso de los años una doble intervención. La primera entre 1816 y 1821 cuando se acometió una reforma en estilo neoclásico siguiendo las trazas de Karl Friedrich Schinkel. La segunda durante el reinado de Guillermo II que supuso el derribo total del edificio y la construcción de uno nuevo por Julius Raschdorff en estilo neobarroco. 



 Como es fácil imaginar la catedral sufrió considerables daños en el transcurso de la Segunda Guerra, y hasta 1975 no se procedió a su reconstrucción, en el curso de la cual se desmanteló el mausoleo de los Hohenzollern, anexo al muro septentrional, depositándose en la cripta los sarcófagos familiares, aunque se conservaron enterramientos en distintos lugares del templo, así la Tumba del Elector (1530) y los del Federico I y su esposa, primeros reyes de Prusia.


 He calificado el edificio de majestuoso y de impresionante, y lo es (114 m de largo, 73 de ancho y 116 de alto)  pero… ya he dicho en otras ocasiones que prefiero las impresiones artísticas algo más comedidas y obras de estas características me resultan apabullantes. El exterior es pesado, y aunque quiere asemejarse a San Pedro del Vaticano, le falta su gracia. El interior es un desborde decorativo de ricos materiales que conforman el extraordinario órgano, 

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el púlpito y el  altar mayor, todo ello coronado por la cúpula, a la que subimos a través de sus 270 escalones para contemplar una panorámica verdaderamente única.  


  
         
 Junto a la catedral se encontraba el castillo de la ciudad construido en el siglo XV para residencia de los electores de Brandenburgo, y que en el siglo XVII por voluntad de Federico I se convirtió en una lujosa residencia real 

Imagen tomada de Internet
 Dañado seriamente durante la guerra fue finalmente demolida en los años 50 del siglo pasado. En su lugar fue erigido el Palast der Republik que albergó el parlamento de la RDA.

Palast der Republik en 1977. Imagen tomada de Internet
 Cuando visitamos Berlín, se erigía como un edificio fantasma ya que había sido clausurado cuando se descubrió que en su construcción se había utilizado amianto. Existía una gran polémica acerca de su demolición, que comenzaría un año después. En los días en los que escribo esta entrada, el antiguo palacio ha sido reconstruido según el diseño de los arquitectos Franco Stella y Manfred Rettig, y rebautizado con el nombre Forum Humbolt. En un futuro próximo se convertirá en un gran centro intercultural que albergará las colecciones del Museo Etnológico de Dhalem y las del Museo de Arte Asiático, según recoge la prensa. 

Imagen tomada de Internet.
 Pero volviendo a mi visita de agosto del 2005, llegó por fin el momento de entrar en los museos. Tengo que comenzar diciendo que el Bodemuseum, cuya fachada curva ocupa todo el vértice de la isla, estaba cerrado por obras de acondicionamiento. Tampoco pudimos visitar por falta de tiempo, la Alte Nationalgalerie, una pena porque contiene interesantes obras de los nazarenos, ese grupo de pintores románticos alemanes que buscaron recuperar la pureza del arte medieval. Dedicamos el día, (que de ningún modo podía tener suficientes horas), en recorrer una mínima parte del Pergamonmuseum y del Altes Museum.
En aquellos días, cuando hicimos esta visita a Berlin, el busto de Nefertiti, que tantos lugares ha recorrido, se encontraba en el Altes Museum, expuesto en una sala acristalada y podía verse desde el exterior, nada más ascender por la impresionante escalera que lleva al pórtico, no menos impresionante, sostenido por dieciocho columnas jónicas y que da paso al edificio.


 Construido por Schinkel en la primera mitad del XIX, fue uno de los primeros en Europa destinado a albergar un museo constituidos por colecciones reales.
En el interior una majestuosa rotonda (que tiene como modelo el Panteón romano) rodeada de columnas y decoradas con estatuas, en torno a la cual se distribuyen las salas que acogen una ingente colección de arte antiguo: egipcio, griego y romano y que recorrí entusiasmada por la calidad de las piezas.

Imagen tomada de Internet




 De entre las maravillas expuestas (lamentablemente no pude detenerme en todas y cada una de ellas tanto como hubiera querido) destacaré por lo que habían representado para mí desde mi época de estudiante, el busto de Pericles (que contemplé llena de admiración por el personaje recordando su Discurso fúnebre por los atenienses muertos en combate) copia romana del original de Kresilas. 



¡Y cómo no! el de la hermosa reina egipcia a la que miraba como si al fin se hubiera producido un encuentro largo tiempo esperado.





 No quiero referirme a la polémica surgida sobre la autenticidad o no de la pieza, y tampoco a las reflexiones que en aquellos momentos (y que se repetirían en el Pergamonmuseum, lo mismo que me había ocurrido en el Louvre o en el Museo Británico, por citar los más importantes) sobre el derecho que asistía a arqueólogos y aventureros europeos de apropiarse y llevar a sus respectivos países el legado histórico y cultural de unos pueblos que en aquellos años, entre los siglos XIX y XX, se consideraban incapaces de conservarlo y mantenerlo. Cuando escribo estas líneas y dada la terrible situación que se vive en muchos de estos lugares, origen de nuestra cultura, la reflexión me lleva más lejos, pero la guardo para mejor ocasión.
  La visita a continuación al Pergamonmuseum fue otra experiencia inolvidable.  El museo data de principios del siglo XX y posee una de las colecciones más importantes de Europa. El edificio, obra de Alfred Messel y Luwig Hoffman, tiene un cuerpo central flanqueado por dos alas.


 En el vestíbulo de ese cuerpo central se erige en toda su magnificencia el Altar de Pérgamo, una de las principales realizaciones del arte helenístico y que le da su nombre. Recorrer la sala, aún llena de gentes, fue una maravillosa experiencia. Había visto obras helenísticas con anterioridad, pero nunca (creo que no hay nada igual) la recreación de un original del siglo II a,C. que a mayor gloria de su persona y de su reino mandó edificar el rey Eumenes en el 160 a,C. El friso, magníficamente reconstruido y lleno de intenso dramatismo, que narra la batalla entre los dioses y los gigantes en presencia de Atenea, me conmovió intensamente.


 
Imagen tomada de Internet
 En las salas laterales se ubican las colecciones de antigüedades clásicas, de Oriente Próximo, y  de arte islámico y poder contemplarlas con algo de detenimiento requiere muchas visitas, así que en una sola, apenas puedes pasar la mirada de una a otra obra con una ligera sensación de frustración. No obstante procuré disfrutar el recorrido y extasiarme ante la Puerta del Mercado de Mileto, obra romana del siglo II a.C.

Imagen tomada de Internet
y desde luego con la Puerta de Ishtar de Babilonia, precedida por la avenida procesional, que Nabucodonosor II, que reinó entre los años 604 y 562 a.C., mandó construir. Aunque no esté expuesta al completo, las partes visibles decoradas con dragones y toros y cubiertas con ladrillos vidriados de brillantes colores, le confieren una belleza y una solemnidad únicas.



Imagen tomada de Internet.

 Al Museo de Arte Islámico ni siquiera llegamos a entrar y fuera de la isla, tampoco tuvimos oportunidad de visitar ninguno más de la enorme cantidad que tiene Berlín. En fin… Tuvimos que resignarnos y continuamos en la búsqueda otros destinos.

 Estaba prevista la visita al palacio de Charlotemburg. Tomamos un taxi en la Puerta de Brandeburgo, y resultó que el taxista hablaba español, bueno, el que  había aprendido en sus correrías durante los años que, según nos contó, había vivido en la Costa del Sol. El largo recorrido por la 17 Juni Strasse y la Otto Suhr Alle, fue de lo más divertido y cuando llegamos a nuestro destino, recorrimos  los jardines del palacio, paseamos por las orillas del lago,



contemplamos los edificios y miramos de reojo el magnífico mausoleo dedicado al gran elector y la elevada cúpula barroca que lo corona.



 La vuelta decidimos hacerla andando, para tener la oportunidad de atravesar  
Tiergarten. A pesar de la enorme distancia, me encantó. Pasamos por la Grosser Stern (Gran Estrella, por las cinco avenidas que confluyen en la plaza) y elevamos la vista para abarcar la Siesgessäule, la columna triunfal erigida para conmemorar la victoria sobre los daneses en 1864, primera de las que llevaron a la unificación y a la creación del II Imperio.


 Por eso, cuando Austria y Francia fueron derrotadas con posterioridad (1866 y 1871) la columna se coronó con una figura alada de bronce dorado conocida como la Goldese. La base de granito está decorada con relieves conmemorativos de las batallas. Originariamente se ubicaba frente al Reichstag, pero el gobierno nazi lo situó en este lugar en 1838. En la plaza existe además un monumento a Bismarck. Demasiadas connotaciones bélicas, por eso me sentí mucho mejor cuando nos adentramos en Tiergarten en una espléndida tarde de verano



 
y tras la larga caminata, compartimos con un grupo de divertidos berlineses cerveza y salchichas en un merendero con largas mesas, que en principio trajo a mi memoria la escena del joven cantando, en un lugar parecido al final de la película Cabaret. Fue como un relámpago que pasó con rapidez. Afortunadamente creo que todos, al menos algo hemos debido aprender. O eso espero.              

La mañana del último día, antes de tomar el avión en el aeropuerto de Tempelhof (me gustó por su reducido tamaño) la dedicamos a visitar la Postdamer Platz, que desde la caída del muro está recobrando su antigua vida, pues desde siempre había sido uno de los lugares más bulliciosos de Berlín.

Los bombardeos de 1945 destruyeron todas las edificaciones y tras la guerra su espacio quedó como zona de nadie con la construcción del Muro. En la actualidad alberga edificios de oficinas, hoteles, espacios de ocio, un enorme centro comercial, el Arkaden, todo ello diseñado por los mejores arquitectos del momento. Y por citar uno de estos espacios, el Sony Center, obra Helmunt Jahn, con su enorme patio central de tejado inclinado y la torre de aire futurista.





De este modo concluyó la visita a Berlín (¡cuánto y cuánto quedó por ver!) y el viaje por Alemania. Volveríamos en el otoño del 2011 en un nuevo recorrido por la zona suroeste del país. Y espero que haya otros en el futuro.    

   

domingo, 3 de enero de 2016

Berlín (III)

6 Y Berlín (III)
 La visita al  Reichtag de ningún modo podía dejarnos indiferentes. Por poco que se conozca la historia alemana de los dos últimos siglos, podría decirse (o al menos yo me atrevo a hacerlo) que la sede de la soberanía del pueblo alemán, (Dem Deutschen Volke como anuncia en su fachada desde 1916, pues parece ser que Guillermo II tuvo algo que ver en la demora de la colocación del lema) es una alegoría del desarrollo que ha tenido la política, o quizá habría que decir mejor la democracia en Alemania. 



El edificio de estilo neorrenacentista fue diseñado por Paul Wallot y se concluyó en 1894. En un principio, antes de la unificación, la sede del Reichtag en Berlín fue el Preußisches Herrenhaus (Cámara Alta de Prusia), situada en el número 3 de la Leipziger Straße. Allí se reunió desde 1867 el Parlamento de la Federación Alemana del Norte dominada por Prusia. Tras la fundación del Imperio Alemán en 1871 se unieron a dicha asamblea los representantes de los estados del sur, lo que hizo necesario un lugar de reunión más amplio. Se resolvió trasladar a los diputados al 75 de la misma calle, a un edificio llamado Preußisches Abgeordnetenhaus (Casa de los Diputados de Prusia). Pronto se puso de manifiesto que dicho lugar tampoco era suficientemente grande y la Cámara aprobó el 19 de abril de 1871 una moción en la que se decía textualmente:
“La construcción de un parlamento a la altura de las funciones del Reichstag y digno de representar al pueblo alemán es una necesidad urgente”.

Imagen tomada de Internet
Se formó entonces una comisión responsable de los preparativos para la edificación de ese parlamento "digno". Se trataba de concretar el lugar de la obra, desarrollar un plan de trabajo, convocar un concurso para elegir al arquitecto, proveer una transición adecuada y acondicionar un edificio provisional. Se calculó que el nuevo Reichstag estaría concluido en  cinco o seis años Se tardaron veintitrés.
No es cuestión de detallar todos los problemas que se suscitaron: el emplazamiento, el proyecto, la elección del arquitecto (con las consiguientes presiones de todo tipo que éste tuvo que soportar), el diseño, la decoración, la construcción de la cúpula, etc. etc.
El 9 de junio de 1884 se procedió a la colocación de la primera piedra en una ceremonia con más representantes del ejército que de la política. Guillermo I, su hijo (futuro Federico III) y su nieto (futuro  Guillermo II) protagonizaron el solemne acto, si bien cuando el káiser asestó el martillazo simbólico que daba comienzo a la obra, éste se rompió en pedazos, algo a todas luces poco frecuente en este tipo de ceremonias.
Guillermo II, en el poder desde 1888, se mostró en un principio satisfecho con el desarrollo de las obras cuando visitó el edificio, pues había apoyado a Wallot en  la ubicación propuesta por éste para la cúpula (que suscitó una gran polémica entre sus contemporáneos por su modernidad), aunque no tardó en manifestar sus reservas porque le parecía que ésta representaba “demasiado gráficamente” el poder del Parlamento y además era más alta que la del Palacio Real, por lo que no ha de extrañar, dadas sus inclinaciones autoritarias, que con el paso del tiempo mostrara una creciente antipatía hacia el edificio y hacia su autor.
Reichtag hacia 1900. Imagen Photochrom
La derrota alemana en la Gran Guerra dio paso a la República de Weimar, que fue proclamada en esta sede parlamentaria en 1918. En febrero de 1933 con Adolf Hitler ya canciller, el edificio sufrió un pavoroso incendio provocado, del que se culpó a los comunistas (el holandés Marinus van der Lubbe fue condenado a muerte en un juicio de algo más que dudosa legalidad). Como no podía ser de otro modo los grandes beneficiados con el hecho fueron los nazis que aquella misma noche desataron una oleada de terror contra sus rivales políticos y obligaron a Hindenburg a firmar un decreto por el que se derogaron los derechos civiles y se estableció la pena de muerte para los delitos de alta traición contra el partido, auto proclamados la única representación del gobierno y del pueblo de  Alemania.

Imagen tomada de Internet.
 
Aunque la auténtica actividad parlamentaria no volvería al edificio hasta muchos, muchos años después, se llevaron a cabo tras el incendio algunas reparaciones y el Reichtag fue utilizado para albergar exposiciones dedicadas a la mayor gloria del führer y de su Reich.
Durante la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una auténtica fortaleza donde llegaron a instalarse desde dependencias de la empresa AEG, a un hospital militar e incluso una maternidad. Los violentos combates conocidos como la Batalla de Berlín tuvieron un hito importante con la toma de este símbolo de Alemania  por el Ejército Rojo, que hizo ondear la bandera de la Unión Soviética en su fachada y sobre su cúpula. 
El Reichtag en 1946
 En los años 60 la RFA inició una operación para la reconstrucción del edificio (aunque no se tenía claro cuál sería su función), del que se eliminaron muchos elementos ornamentales y se redujo la altura de las dos torres. La cúpula no se reconstruyó y aunque la sala de plenos dobló su tamaño, en 1971 era imposible y aún impensable, que dicha sala cumpliera su cometido de albergar a todos los diputados de una Alemania hipotéticamente reunificada.

El Reichtqg en 1946. Cátalogo Artium .org
Durante mucho tiempo acogió festivales y conciertos de rock que debieron espeluznar a las autoridades del Berlín Oriental, pero…cuando se dieron las circunstancias propicias el muro fue derribado, el país volvió a ser uno, se celebraron elecciones y en diciembre de 1990 el Reichtag albergó la primera reunión del Bundestag.
Sin embargo se hacía necesaria una intervención a fondo, aunque antes, en 1995, fue literalmente empaquetado por el artista de origen búlgaro Christo, que lo envolvió con una tela brillante.

Imagen de Wolfgan Volz
La remodelación y las obras de acondicionamiento siguieron el diseño del arquitecto inglés Norman Foster, que en todo momento debió respetar su carácter histórico por lo que partes de la antigua construcción fueron integradas permaneciendo visibles los testimonios de la historia reciente. Foster culminó su obra con la construcción de una impresionante cúpula elíptica de 40 metros de diámetro y 47 metros sobre el nivel del suelo en su punto más elevado. Toda acero y cristal, la cúpula de Foster se ha convertido en otro símbolo del Berlín actual y miles de personas ascienden por sus rampas para contemplar la maravillosa panorámica de la ciudad desde un lugar tan emblemático y cargado de acontecimientos. Para mí, esta visita constituyó una experiencia muy emocionante.  




 Y no terminaron las emociones aquel día, porque a continuación contemplamos el Sowjestisches Ehrenmal, erigido en el sector británico de la ciudad dividida, en memoria de los 300000 soldados soviéticos muertos en la II Guerra. El monumento es impresionante por su propia naturaleza y por lo que significa. Constituye también el lugar de enterramiento de 2500 militares y sobre este emplazamiento se eleva una grandiosa columna, coronada por la figura  en bronce de un soldado y flanqueada por los dos primeros tanques del ejército rojo que entraron en Berlín.

Imagen tomada de Internet

Y a continuación el impactante recorrido por el Holocaust Mahnmal, monumento que recuerda a los judíos víctimas del holocausto. Diseñado por Peter Eisenman se configura como un espacio inclinado en el que se sitúan 2711 losas de hormigón con las mismas dimensiones de ancho y largo pero con distintas alturas. Estas circunstancias crean una atmósfera en la que se siente que la realidad ha perdido su dimensión racional y creo que ese era el efecto buscado, como una metáfora de la sin razón asesina que llevó el exterminio de más de seis millones de seres humanos. No hay inscripciones ni símbolos, sólo la neutra y fría superficie del hormigón. En un subterráneo anexo se guardan los nombres de las victimas conocidas, de las desconocidas, al menos a través de este memorial, quedará constancia de su terrible destino.   

Imagen tomada de Internet
 El monumento fue inaugurado apenas tres meses antes de nuestra visita a Berlín. Me conmovió en lo más profundo haber tenido la oportunidad de contemplarlo y de alguna manera, rendir mi particular homenaje a todos aquellos, hombres, mujeres y niños, que vieron  sus vidas segadas de una forma tan cruel. Desgraciadamente, en los días que escribo estas impresiones, otras son las victimas y otros son los lugares donde se producen, pero la razón, es la misma, el fanatismo de unos, la culpable indiferencia de muchos y el calculado y político egoísmo de otros.
Y no cesaron las tristes impresiones aquel día, (parece que sin un propósito previo, nuestro itinerario nos llevó a rememorar algunos de los más negros acontecimientos del siglo XX) porque hicimos un breve recorrido por el espacio conocido como Prinz-Abrecht-Gelände donde se ubicaron a partir de 1933 las sedes centrales de la Gestapo, de las SS y de la Oficina de Seguridad del Reich, es decir el centro del poder del nazismo y el lugar en el que se planificó la persecución y la aniquilación de millones de personas. La zona, arrasada durante la guerra, estaba en vías de recuperación para instalar un Centro Internacional de Documentación. Cuando la visitamos, al aire libre se exponían diversos documentos con el nombre de Topografía del Terror.


En las inmediaciones, el edificio gris, pesado, aplastante, de la Luftwaffe, que no fue bombardeado por los aliados y que aún permanece en pie. 

Imagen tomada de Internet

Como un símbolo del horror de todas las dictaduras, el espacio que alberga la exposición, estaba adosado a una parte del Muro. Pudimos contemplar algunos restos de hormigón que conformaban los trozos que quedan en pie, en los que ni siquiera los graffitis logran paliar la cruel frialdad de lo que representó. Para acabar el Checkpoint Charlie, hoy atracción de turistas, pero durante la guerra fría lugar de tensiones y conflictos entre las dos super potencias, y por lo tanto del resto de una Europa dividida. A pesar de sus connotaciones cinematográficas, no me gustó.

Checkpoint Charlie hacia 1963. Imagen tomada de Inter
 Menos mal que terminamos la noche con un tranquilo y agradable paseo por una zona de terrazas cercana al río Spree y la animación que había me distrajo de las tristes impresiones acumuladas durante la jornada.  El día siguiente tendría otra dimensión.