Y Berlín (IV)
Museumssinsel es una isla alargada formada por el Spree que se ubica en el centro de la ciudad y que nos propusimos recorrer con todo el detenimiento posible, porque en la zona norte alberga, además de varios de sus museos más importantes, la catedral, la Berliner Dom, y el Palast der Republik, ocupando el lugar del Stasdtschloss.
Desde Lustgarten
se contempla el majestuoso edificio de la catedral que tiene su origen en un
templo del siglo XIV y que en el XV se convirtió en lugar de enterramiento de
los Hohenzollern. A lo largo de su historia ha albergado el culto de católicos, luteranos y calvinistas.
Imagen tomada de Internet |
El
impresionante edificio que contemplamos hoy, tiene una azarosa historia. Federico el Grande a mediados del XVIII mandó
construir una iglesia que sirviera además como mausoleo de la familia real prusiana. El diseño,
debido a Johann Boumann, presentaba un aspecto mucho más modesto que el de la
actualidad, pues éste ha experimentado con el paso de los años una doble
intervención. La primera entre 1816 y 1821 cuando se acometió una reforma en
estilo neoclásico siguiendo las trazas de Karl Friedrich Schinkel. La segunda
durante el reinado de Guillermo II que supuso el derribo total del edificio y la construcción
de uno nuevo por Julius Raschdorff en estilo neobarroco.
Como es fácil imaginar la catedral sufrió considerables daños en el transcurso de la Segunda Guerra, y hasta 1975 no se procedió a su reconstrucción, en el curso de la cual se desmanteló el mausoleo de los Hohenzollern, anexo al muro septentrional, depositándose en la cripta los sarcófagos familiares, aunque se conservaron enterramientos en distintos lugares del templo, así la Tumba del Elector (1530) y los del Federico I y su esposa, primeros reyes de Prusia.
Como es fácil imaginar la catedral sufrió considerables daños en el transcurso de la Segunda Guerra, y hasta 1975 no se procedió a su reconstrucción, en el curso de la cual se desmanteló el mausoleo de los Hohenzollern, anexo al muro septentrional, depositándose en la cripta los sarcófagos familiares, aunque se conservaron enterramientos en distintos lugares del templo, así la Tumba del Elector (1530) y los del Federico I y su esposa, primeros reyes de Prusia.
He calificado el edificio de majestuoso y de impresionante, y lo es (114 m de largo, 73 de ancho y 116 de alto) pero… ya he dicho en otras ocasiones que prefiero las impresiones artísticas algo más comedidas y obras de estas características me resultan apabullantes. El exterior es pesado, y aunque quiere asemejarse a San Pedro del Vaticano, le falta su gracia. El interior es un desborde decorativo de ricos materiales que conforman el extraordinario órgano,
Imagen tomada de Internet |
Junto a
la catedral se encontraba el castillo de la ciudad construido en el siglo XV
para residencia de los electores de Brandenburgo, y que en el siglo XVII por
voluntad de Federico I se convirtió en una lujosa residencia real
Dañado seriamente durante la guerra fue finalmente demolida en los años 50 del siglo
pasado. En su lugar fue erigido el Palast der Republik que albergó el
parlamento de la RDA.
Cuando visitamos Berlín, se erigía como un edificio
fantasma ya que había sido clausurado cuando se descubrió que en su
construcción se había utilizado amianto. Existía una gran polémica acerca de su
demolición, que comenzaría un año después. En los días en los que escribo esta entrada,
el antiguo palacio ha sido reconstruido según el diseño de los arquitectos Franco Stella y Manfred Rettig, y rebautizado con el nombre Forum
Humbolt. En un futuro próximo se convertirá en un gran centro intercultural
que albergará las colecciones del Museo Etnológico de Dhalem y las del Museo de
Arte Asiático, según recoge la prensa.
Imagen tomada de Internet |
Palast der Republik en 1977. Imagen tomada de Internet |
Imagen tomada de Internet. |
Pero volviendo
a mi visita de agosto del 2005, llegó por fin el momento de entrar en los museos. Tengo que
comenzar diciendo que el Bodemuseum, cuya fachada curva ocupa todo el vértice
de la isla, estaba cerrado por obras de acondicionamiento. Tampoco pudimos
visitar por falta de tiempo, la Alte Nationalgalerie, una pena porque contiene
interesantes obras de los nazarenos, ese grupo de pintores románticos alemanes
que buscaron recuperar la pureza del arte medieval. Dedicamos el día, (que de ningún modo podía tener suficientes horas), en recorrer una mínima parte del Pergamonmuseum y del Altes
Museum.
En aquellos
días, cuando hicimos esta visita a Berlin, el busto de Nefertiti, que tantos
lugares ha recorrido, se encontraba en el Altes Museum, expuesto en una sala
acristalada y podía verse desde el exterior, nada más ascender por la
impresionante escalera que lleva al pórtico, no menos impresionante, sostenido
por dieciocho columnas jónicas y que da paso al edificio.
Construido por Schinkel en la primera mitad del XIX, fue uno de los primeros en Europa destinado a albergar un museo constituidos por colecciones reales.
Construido por Schinkel en la primera mitad del XIX, fue uno de los primeros en Europa destinado a albergar un museo constituidos por colecciones reales.
En el
interior una majestuosa rotonda (que tiene como modelo el Panteón romano) rodeada
de columnas y decoradas con estatuas, en torno a la cual se distribuyen las
salas que acogen una ingente colección de arte antiguo: egipcio, griego y
romano y que recorrí entusiasmada por la calidad de las piezas.
De entre las maravillas expuestas (lamentablemente no pude detenerme en todas y cada una de ellas tanto como hubiera querido) destacaré por lo que habían representado para mí desde mi época de estudiante, el busto de Pericles (que contemplé llena de admiración por el personaje recordando su Discurso fúnebre por los atenienses muertos en combate) copia romana del original de Kresilas.
¡Y cómo no! el de la hermosa reina egipcia a la que miraba como si al fin se hubiera producido un encuentro largo tiempo esperado.
No quiero referirme a la polémica surgida sobre la autenticidad o no de la pieza, y tampoco a las reflexiones que en aquellos momentos (y que se repetirían en el Pergamonmuseum, lo mismo que me había ocurrido en el Louvre o en el Museo Británico, por citar los más importantes) sobre el derecho que asistía a arqueólogos y aventureros europeos de apropiarse y llevar a sus respectivos países el legado histórico y cultural de unos pueblos que en aquellos años, entre los siglos XIX y XX, se consideraban incapaces de conservarlo y mantenerlo. Cuando escribo estas líneas y dada la terrible situación que se vive en muchos de estos lugares, origen de nuestra cultura, la reflexión me lleva más lejos, pero la guardo para mejor ocasión.
Imagen tomada de Internet |
De entre las maravillas expuestas (lamentablemente no pude detenerme en todas y cada una de ellas tanto como hubiera querido) destacaré por lo que habían representado para mí desde mi época de estudiante, el busto de Pericles (que contemplé llena de admiración por el personaje recordando su Discurso fúnebre por los atenienses muertos en combate) copia romana del original de Kresilas.
¡Y cómo no! el de la hermosa reina egipcia a la que miraba como si al fin se hubiera producido un encuentro largo tiempo esperado.
No quiero referirme a la polémica surgida sobre la autenticidad o no de la pieza, y tampoco a las reflexiones que en aquellos momentos (y que se repetirían en el Pergamonmuseum, lo mismo que me había ocurrido en el Louvre o en el Museo Británico, por citar los más importantes) sobre el derecho que asistía a arqueólogos y aventureros europeos de apropiarse y llevar a sus respectivos países el legado histórico y cultural de unos pueblos que en aquellos años, entre los siglos XIX y XX, se consideraban incapaces de conservarlo y mantenerlo. Cuando escribo estas líneas y dada la terrible situación que se vive en muchos de estos lugares, origen de nuestra cultura, la reflexión me lleva más lejos, pero la guardo para mejor ocasión.
La visita
a continuación al Pergamonmuseum fue otra experiencia inolvidable. El museo
data de principios del siglo XX y posee una de las colecciones más importantes
de Europa. El edificio, obra de Alfred Messel y Luwig Hoffman, tiene un cuerpo
central flanqueado por dos alas.
En el vestíbulo de ese cuerpo central se erige en
toda su magnificencia el Altar de Pérgamo, una de las principales realizaciones
del arte helenístico y que le da su nombre. Recorrer la sala, aún llena de
gentes, fue una maravillosa experiencia. Había visto obras helenísticas con anterioridad,
pero nunca (creo que no hay nada igual) la recreación de un original del siglo
II a,C. que a mayor gloria de su persona y de su reino mandó edificar el rey Eumenes
en el 160 a,C. El friso, magníficamente
reconstruido y lleno de intenso dramatismo, que narra la batalla entre los
dioses y los gigantes en presencia de Atenea, me conmovió intensamente.
Imagen tomada de Internet |
En las salas laterales se ubican las colecciones de
antigüedades clásicas, de Oriente Próximo, y
de arte islámico y poder contemplarlas con algo de detenimiento requiere muchas visitas, así que en una sola, apenas puedes
pasar la mirada de una a otra obra con una ligera sensación de frustración. No
obstante procuré disfrutar el recorrido y extasiarme ante la Puerta del Mercado de Mileto, obra romana del
siglo II a.C.
y desde luego con la Puerta
de Ishtar de Babilonia, precedida por la avenida procesional, que
Nabucodonosor II, que reinó entre los años 604 y 562 a.C., mandó construir.
Aunque no esté expuesta al completo, las partes visibles decoradas con dragones
y toros y cubiertas con ladrillos vidriados de brillantes colores, le confieren
una belleza y una solemnidad únicas.
Imagen tomada de Internet |
Imagen tomada de Internet. |
Al Museo de Arte Islámico ni siquiera llegamos a entrar y fuera de la isla, tampoco tuvimos oportunidad de visitar ninguno más de la enorme cantidad que tiene Berlín. En fin… Tuvimos que resignarnos y continuamos en la búsqueda otros destinos.
Estaba prevista la visita al palacio de Charlotemburg. Tomamos un taxi en la Puerta de Brandeburgo, y resultó que el taxista hablaba español, bueno, el que había aprendido en sus correrías durante los años que, según nos contó, había vivido en la Costa del Sol. El largo recorrido por la 17 Juni Strasse y la Otto Suhr Alle, fue de lo más divertido y cuando llegamos a nuestro destino, recorrimos los jardines del palacio, paseamos por las orillas del lago,
contemplamos los edificios y miramos de reojo el magnífico mausoleo dedicado al gran elector y la elevada cúpula barroca que lo corona.
Por eso, cuando Austria y Francia fueron derrotadas con posterioridad (1866 y 1871) la columna se coronó con una figura alada de bronce dorado conocida como la Goldese. La base de granito está decorada con relieves conmemorativos de las batallas. Originariamente se ubicaba frente al Reichstag, pero el gobierno nazi lo situó en este lugar en 1838. En la plaza existe además un monumento a Bismarck. Demasiadas connotaciones bélicas, por eso me sentí mucho mejor cuando nos adentramos en Tiergarten en una espléndida tarde de verano
y tras la larga caminata, compartimos con un grupo de divertidos berlineses cerveza y salchichas en un merendero con largas mesas, que en principio trajo a mi memoria la escena del joven cantando, en un lugar parecido al final de la película Cabaret. Fue como un relámpago que pasó con rapidez. Afortunadamente creo que todos, al menos algo hemos debido aprender. O eso espero.
La mañana del último día, antes de tomar el avión en el aeropuerto de Tempelhof (me gustó por su reducido tamaño) la dedicamos a visitar la Postdamer Platz, que desde la caída del muro está recobrando su antigua vida, pues desde siempre había sido uno de los lugares más bulliciosos de Berlín.
Los bombardeos de 1945 destruyeron todas las edificaciones y tras la guerra su espacio quedó como zona de nadie con la construcción del Muro. En la actualidad alberga edificios de oficinas, hoteles, espacios de ocio, un enorme centro comercial, el Arkaden, todo ello diseñado por los mejores arquitectos del momento. Y por citar uno de estos espacios, el Sony Center, obra Helmunt Jahn, con su enorme patio central de tejado inclinado y la torre de aire futurista.
De este modo concluyó la visita a Berlín (¡cuánto y cuánto quedó por ver!) y el viaje por Alemania. Volveríamos en el otoño del 2011 en un nuevo recorrido por la zona suroeste del país. Y espero que haya otros en el futuro.