Segundo viaje. Agosto de 1997.
Mi siguiente visita a Alemania fue tan corta como emocionante: apenas una tarde. Pasaba unos días en Huttenheim, un pequeño pueblo alsaciano en el
que vive una de mis primas francesas. Fue una excursión en bicicleta que nos
llevó a Rhinau, precioso pueblo a la orilla de un río y, mi entusiasmo no tenía
límites, el río era, como no podía ser de otro modo… ¡el Rhin!
Las dos orillas del Rhin desde el transbordador. |
Lo atravesamos en transbordador, no había puentes, y en medio de su cauce me recreé largamente con la visión de las dos orillas. Kappel, el pueblo alemán, en el que desembarcamos apenas se diferenciaba de los de la vecina Alsacia.
Desde aquel día he repetido la experiencia siempre
que he viajado a Huttenhein.
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