miércoles, 16 de diciembre de 2015

Berlín (II)

6 Y Berlín (II)
  Creo que existen pocas calles en Europa tan hermosas como este bulevar, Unter den Linden, cuyo nombre ya predispone a un paseo hacia una época (naturalmente idealizada por el paso del tiempo, pero sobre todo, soy plenamente consciente de ello, por mi desbocada imaginación) en la que Berlín se estaba constituyendo como una gran ciudad en la que la ciencia y la cultura tenían una enorme importancia. En sus orígenes era el camino para acceder al coto real de caza que con el tiempo se convertiría en el Tiergarten. Los primeros tilos se plantaron en el siglo XVII y los últimos en 1950. Nunca estos hermosos árboles han dejado de proyectar sus sombras sobre el paseo y sobre los extraordinarios edificios barrocos y neoclásicos que lo flanquean. El siglo XIX fue su mejor momento, Goethe, Schiller y Heine lo inmortalizaron con sus poemas y viejos grabados nos muestran cuál era su aspecto. También en el XX,  Marlene Dietrich, con su personalísima voz, cantó la canción que dedicara al lugar el compositor Walter Kollo
Imagen tomada de Internet
  En el primer tramo de Unter den Linden, el que va desde el Schlossbrüke hasta la Friedrichstrasse, se ubica el impresionante Zeughaus, edificio barroco construido como arsenal a principios del XVIII y hoy Museo de Historia de Alemania, cuya perfección y belleza tiene un adecuado remate en el frontón dedicado a Minerva.
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   A su lado el Neue Wache, neoclásico del XIX, construido para la Guardia Real, pero que al parecer su decoración (representaciones de la diosa de la Victoria en el friso, y de las alegorías de la Batalla, la Victoria, la Huida y la Derrota en el tímpano), parecía presagiar que en el futuro estaría predestinado a otras funciones: primero la de rendir homenaje a los caídos en  la I Guerra; luego en 1960 ser el recordatorio de los asesinados por los fascismos y el militarismo, y por fin, desde 1993 honrar la memoria de todas las víctimas  de las guerras y las dictaduras. Así bajo una lápida iluminada por una llama perpetua se guardan  en comunión las cenizas de un soldado desconocido, un miembro de resistencia y un prisionero de los campos de concentración.

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  Un hermoso edificio de mediados del XVIII alberga la Humbolt Universiät fundada en 1810 por iniciativa de Wilhelm von Humboldt, brillante intelectual y político, cuya estatua, junto a  la de su hermano Alexander, flanquean la entrada que da acceso al patio. Alexander von Humbolt (uno de mis personajes históricos favoritos) fue un viajero, geógrafo y explorador que además cultivó todas las ciencias que permitieron un mayor conocimiento del hombre y la naturaleza, y todo ello envuelto en un halo de romanticismo propio del tiempo que le tocó vivir.
Alexander von Humbolt
 Fue emocionante pensar que por aquel  patio al que me asomaba y que constituye el lugar de paso principal de la universidad, han transitado los científicos e intelectuales que elevaron la cultura alemana y por tanto la europea, a tan altos niveles de desarrollo entre los siglos XIX y XX.  
  Al lado de la Universidad la Staasbibliothek, con su hermosa fachada y la ingente colección de publicaciones comenzada en el siglo XVII. A lo largo del tiempo, la sede de la Biblioteca cambió varias veces de ubicación hasta llegar al edificio actual de principios del XX. Los fondos, unos tres millones de libros, revistas y valiosas partituras, también sufrieron los cambios acarreados por la guerra y sus consecuencias.

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  Y, siempre bajo los tilos, en medio del bulevar se alza la monumental estatua ecuestre de un Federico II que eleva su grandeza hasta los casi seis metros de altura. La obra, erigida en pleno apogeo del nacionalismo alemán (1839-1851), fue fundida por Daniel Rauch. Representa al rey con uniforme y abrigo (reales, por supuesto) sobre un pódium en el que se hallan las estatuas de todos aquellos, políticos, militares, científicos, artistas, que contribuyeron a la grandeza de Alemania. La verdad es que estos insignes personajes, más que vistos fueron vislumbrados, porque durante nuestra visita el monumento se encontraba en plena restauración.

Imagen tomada de Intrnet.

  A pesar de ello, sólo contemplando al Gran Federico y todo lo que representa, no resulta extraño conocer que, dada su absoluta incompatibilidad con el régimen de la RDA, el monumento permaneciera en Postdam, durante muchos años.
  Hasta aquí el recorrido transcurría por el lado derecho del bulevar, en dirección a la Puerta de Brandeburgo. En el izquierdo no menos monumental, se encuentra el Kronprinzenpalais de imponente fachada, con varios usos a lo largo del tiempo, aunque lo que me pareció más significativo es el hecho de que el 30 de agosto de 1990, sus paredes fueron testigos de la firma del decreto que abría el camino de la reunificación alemana.

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  Creo que sólo aquellos que crecieron en un mundo dividido por ideologías e intereses tan opuestos e irreconciliables, pueden tener una idea más vivida, menos teórica, de lo que todo esto representaba. Otras ideologías y otros muros han venido después a perpetrar otro tipo de divisiones, pero… esa es otra historia.
  Unter den Linden se ensancha para abrir un espacio, la Bebelplatz, anteriormente llamada Opernplaz, porque entre los magníficos edificios que la rodean se encuentra el de la Staatsoper con su preciosa fachada neoclásica y un escenario por donde han pasado, y siguen haciéndolo, prestigiosos  músicos y cantantes. 

                 

  Fue lo primero que se construyó en este lugar destinado a ser el Forum Frieridicianum, diseñado en el siglo XVIII para emular la grandeza de la antigua Roma. El proyectó no vio la luz pero en la plaza se construyeron los hermosos edificios que hoy la ocupan. Así con su pretendido parecido con el Panteón romano, destaca la impresionante portada dórica y la no menos impresionante cúpula de la St-Hedwigs-Kathedrale, la catedral católica de Berlín que data de mediados del XVIII.

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   Cerca, el  impactante edificio barroco que alberga la AlteBibliothek, apodada el Buró (Kommode) por los berlineses, por su fachada semicircular articulada mediante tres cuerpos sobresalientes en los que destacan las enormes columnas corintias que sostienen el alero rematado por grandes esculturas y escudos heráldicos. 

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  Abierto al bulevar, el Altes Palais, del siglo XIX, residencia del príncipe heredero, el futuro Guillermo II que vivió en él hasta su exilio holandés tras la Gran Guerra. Hoy forma parte de la Universidad. No me costaba trabajo imaginar (me sobra imaginación), a un joven Guillermo imbuido de sobrada autoestima, contemplando desde las ventanas de sus aposentos la figura de Federico el Grande, su ilustre predecesor, soñando con emular sus hazañas y preparando los cambios que acometería a su llegada al poder. .

                     

  En definitiva, planificando su Welltpolitic, que junto a otras iniciativas tomadas por los gobiernos de una Europa que, mientras hermanaba a sus científicos, a sus intelectuales y a sus artistas, sufría las acometidas de unos políticos de estrechas y egoístas miras. No hay que mencionar las consecuencias. Sólo recordar 1914.
  De sobra es conocido que uno de los horrores más grandes sufridos por los europeos en el dramático siglo XX fue la llegada del nazismo. En medio de la  Bebelplatz, entre sus  elegantes y bien restauradas construcciones, un panel translucido insertado en el suelo permite vislumbrar una sala con estanterías vacías.

                        

Imágenes tomadas de Internet
  Junto a ella en una placa las palabras que  Heine escribiera en 1820: “Allí donde arden los libros, acabará por arder el pueblo” Todo ello forma parte del monumento diseñado por Micha Ulman en 1995, que pretende conmemorar y recordar la quema de cerca de 25000 libros que llevaron a cabo las hordas del Tercer Reich por instigación de Goebbels, el 10 de mayo de 1933. Nunca las palabras de un poeta resultaron tan proféticas.
   Un pequeño desvío y aparece ante nosotros la Gendarmenmarkt creada en el siglo XVII como plaza del mercado del nuevo espacio urbanizado de Friedrichstadt. Con posterioridad alojó las caballerizas de un regimiento de coraceros, Gens d´Armes, y de ahí su nombre. En la actualidad es uno de los espacios más atractivos de Berlín, por la belleza y simétrica disposición de sus edificaciones.

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  El centro lo ocupa el magnífico Konzerthaus conocido hasta hace poco como el Schauspielhaus. Esta sala de concierto es una de las obras más importante de Karl Friedrich Schinkel,  un interesante artista, arquitecto, pintor, diseñador, que dejó muestras de su trabajo por toda la ciudad en la primera mitad del siglo XIX, cuando los Hohenzollern transformaban Berlín en la gran capital de Prusia. El Konzerhaus puede considerarse su mejor obra. Proyectó un edificio neoclásico para sustituir al antiguo teatro que fue arrasado por un incendio. De él conservó las columnas jónicas del pórtico coronado por un impresionante frontón que precede a otro situado en un plano posterior rematado por una escultura de Apolo que conduce un carro tirado por grifos. La fachada del edificio, al que se asciende por una magnífica escalera, resulta impresionante. Esculturas y relieves alegóricos a la música se distribuyen por el exterior y el interior del teatro.


                               

  De toda la decoración se encargó este polifacético artista, del que no puede resistir la tentación de apuntar que fue el creador de la famosa Cruz de Hierro, la mejor recompensa para un militar alemán. 
  Frente al edificio, sede en la actualidad de la Orquesta Sinfónica berlinesa, una esplendida estatua en mármol blanco de Friedrich Schiller (tengo que confesar aquí la ingenua satisfacción que me produjo conocer en un viaje posterior, Marbach am Neckar, el pueblo natal del poeta), erigida en 1869 y que ha venido ocupando este lugar de forma discontinua, según soplaran los vientos de la política. Hoy se eleva en medio de la plaza rodeado de alegorias a la poesía, el teatro, la filosofía y la historia, disciplinas a las que dedicó gran parte de los cuarenta y cinco años de su vida. 

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  A ambos lados del Konzerhaus se levantan de forma casi simétrica dos edificios de estilo neoclásico al igual que éste, cuyas torres gemelas coronadas por cúpulas y los pórticos de columnas corintias rematados por frontones en dos de sus fachadas, los asemejan bastante, aunque en realidad difieren en el resto del diseño. La Französischer Dom


fue construida por los hugonotes establecidos en Berlín tras la derogación del Edicto de Nantes (1629) y la Deutscher Dom, una vieja iglesia donde luteranos y calvinistas comenzaron a utilizar el alemán para el culto abandonando el latín como imponía el Vaticano.



  En 1785 Carl von Gontard diseñó ambas torres. Ninguna de las dos iglesias cumplen en la actualidad el cometido para la que fueron erigidas. 
 Antes de continuar hacia la Pariserplazt una ojeada a la elegante zona comprendida entre la Friedrichstrasse y la Charlotnstrasse, con sofisticados edificios que albergan tiendas, oficinas, hoteles y apartamentos de lujo. Todo ello responde al propósito de reconstruir un espacio comercial de gran importancia hasta la Segunda Guerra y que, ubicado tras el muro, había sufrido un lastimoso deterioro. Se han llevado a cabo varios proyectos, obras de grandes nombres de la arquitectura moderna, de entre los que sobresalen el llamado Quartier 205, el más amplio y simple en su diseño (me recordaba la arquitectura de la Bahaus), aunque no lo sea en su estructura.

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El
Quartier 206 con su impactante vestíbulo en el que yo diría que se abusa de los motivos art decó te deja algo anonadado


y por último el Quartier 207 ocupado por las Galerías Lafayette que constituye un maravilloso despliegue de vidrio e imaginación hecho realidad por Jean Nouvel que ha diseñado un gigantesco escaparate (no en vano se trata de unos grandes y lujosos almacenes) que se abre al exterior y en el que destacan las líneas curvas de su fachada principal. En el interior la impresión de sus enormes conos enfrentados (uno pendiente del techo y otro ascendiendo del suelo) iluminados por la cambiante luz procedente de la calle que no encuentra obstáculos desde que atraviesa las paredes de vidrios, te deja literalmente sin palabras. También los precios de los artículos a la venta, tengo que añadir.

  Y por fin Brandenburger Tor. ¡De cuántos acontecimientos podría hablarnos esta puerta! Porque como tal fue concebida por Carl Gotthard Langhans y construida durante el reinado de Federico Guillermo II entre 1788 y 1791, para que, sustituyendo otra antigua sirviera de entrada al “Nuevo Berlín”. De grandes dimensiones su autor quería rememorar los Propileos de la Acrópolis ateniense, con cinco zonas de paso entre hermosas columnas dóricas y flanqueada por dos grandes pabellones que dan forma a la Platz des 18 März, nombrada así para conmemorar la Revolución de 1848 dando paso a continuación a la Strasse des 17 Juni (en este caso el nombre rinde homenaje al levantamiento de los obreros del este producido en ese día de 1953).
  La decoración escultórica del friso y de los paramentos  interiores está compuesta por relieves de temas mitológicos de factura clasicista.

                                

  Pero lo más significativo del conjunto lo constituye la impresionante Cuadriga  debida a Johann Gottfried Schadow. En un principio la obra quería simbolizar la Paz, aunque después de la batalla de Jena y de su traslado a París por orden de Napoleón, cuando triunfante (al igual que el ejército prusiano)  regresó a la ciudad en 1814

El regreso de la Cuádriga de Rudolf Eichstaedt (1896)
experimentó la remodelación que le dio su aspecto actual al tiempo que, quizá la convertía en un símbolo (y digo esto con todas las reservas) del desmedido afán de poder de los unos y las desmedida desconfianza de los otros, cuyas tristes consecuencias se han arrastrado en Europa durante dos siglos. La Victoria Alada, que con su mano derecha sostiene la rienda de los caballos, porta con la  izquierda un báculo rematado por una corona de laurel en cuyo interior encontró su lugar la recién creada Cruz de Hierro, y sobre todo ello, el águila prusiana con las alas extendidas.

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 Desde su impresionante altura ha contemplado sin inmutarse el paseo de los elegantes berlineses de entre siglos y las manifestaciones de los obreros en los años 20 y 30; el paso de la oca de quince mil nazis de las SA y de las SS portando antorchas para celebrar la llegada de Hitler al poder y la casi destrucción del monumento por las tropas soviéticas; su aislamiento en la zona de nadie tras la división de la ciudad y la caída del muro que la flanqueaba. Hoy debe sentirse complacida: todos consideran el monumento del que forma parte el símbolo de Berlín.
 Nota. Para esta entrada he utilizado casi todas las imágenes bajadas de Internet. El propósito ha sido una mejor ubicación de los monumentos reseñados, objetivo al que no colaboraban mis fotografías.  


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